“Prométeme que no verás ‘Mad Men’ sin mí”
Piper Chapman
Se lleva el naranja. Está de moda. Es el nuevo negro. Un imprescindible. Combina con todo. Con el humor, con el drama, con la sátira, con lo cursi. Esto no tiene nada que ver con pasarelas ni revistas de tendencias. Esto sigue siendo un blog de televisión. La culpa la tiene Piper Chapman, la protagonista de ‘Orange is the new black’, la serie que ha dado la sorpresa este verano y que ya puede codearse con las imprescindibles.
Piensa en una cárcel de mujeres. Y ahora echa mano de todos los tópicos que se te ocurran al imaginar un lugar así. ¿Violencia? ¿Sexo entre reclusas? ¿Mafias? ¿Abusos de autoridad? Todo eso lo tiene ‘Orange is the new black’. Sí. Pero esto no es ‘Oz’, el desgarrador drama carcelario que HBO presentó en los noventa. Ni se masca la tensión que imperaba en ‘Prison break’ o en ‘Alcatraz’ (que en paz descanse). Estamos acostumbrados a que la pequeña pantalla (y la grande) nos pinte la cárcel como un lugar oscuro y tenebroso. La última temporada de ‘The killing’ se encargaba brillantemente de esbozar este retrato. Ficciones de mujeres entre rejas ha habido varias, ‘Bad girls’, por ejemplo. Sin embargo, ‘Orange is the new black’ ha logrado resultar diferente.
La serie de la plataforma Netflix ha metido en un saco todos los tópicos carcelarios habidos y por haber, y los ha removido para crear un guión que mezcla con sabiduría el drama, la comedia y, en ocasiones, la lágrima fácil. Es excesiva, a veces irreverente, y otras irreal completamente. Y almibarada en algunos momentos. Sí, también. Aquí el día a día en la cárcel no es tan horrible. No es desde luego un campamento de boy scouts, pero tampoco un infierno insoportable. “Esto es como los Hamptons, pero en espantoso”, asegura una reclusa.
Para empezar ‘Orange is the new black’ está basada en una historia real, la de Piper Kerman, una mujer de clase burguesa que tras graduarse en Humanidades se entregó a una vida díscola en la que eran bienvenidos el alcohol, las drogas, el sexo. Y el rock and roll, supongo. Tenía 22 años y la ‘niña pija’ se dejó deslumbrar por el camino de la rebeldía. Y en él se cruzó con Nora Jansen (en la serie Alex Vause), con la que inicia una relación, motivada por experimentar con su sexualidad y por el oficio que ella desempeña, como traficante de drogas. Por ello no dudó en ayudarle en su negocio, que sería el pasaporte a la cárcel. De aquella experiencia surgió un libro, con el que la autora quería desmitificar los centros penitenciarios y dar una visión realista y algo más amable de lo que estamos acostumbrados. El texto cayó en manos de Jenji Kohan (la autora de la en ocasiones poco valorada ‘Weeds’) y decidió trasladarlo a la tele. La plataforma de Internet Netflix (la misma que ha parido ‘House of cards’) compró la idea y este verano volcó en la red los trece capítulos de la primera temporada. Para que cada cual se los administre como quiera. Como debe ser.
¿Por qué gusta tanto ‘Orange is the new black’? Al margen de su tono amable y de su sabia mezcla entre drama y comedia, esta serie es sobre todo una historia de mujeres. Y qué mujeres. Piper Chapman ingresará en prisión varios años después de haber cometido su delito. Para entonces ella ya había rehecho su vida y había optado por un modus vivendi bastante más convencional. Rodeada de ‘gente bien’, inicia un negocio de jabones junto a su amiga de la infancia y está a punto de casarse con Larry, un periodista no demasiado avispado.
En la cárcel le va a tocar convivir y lidiar con toda clase de reclusas, a las que tendrá que adaptarse, de las que aprenderá las reglas y con las que iniciará una relación casi fraternal. Detrás de cada una de estas presas hay una historia, que el espectador irá conociendo poco a poco por medio de ‘flashbacks’ que se van colando magistralmente en casa episodio, dándole un ritmo excelente. El abanico es amplio y todas se convierten poco a poco en imprescindibles en el relato. Red ejerce de matriarca del resto como jefa de la cocina. Taystee intenta olvidar sus problemas con todo tipo de bromas y coreografías. Sophia se enfrenta entre rejas a su transexualidad. Daya ha seguido los pasos de su madre y se va a encontrar con un amor prohibido en prisión. Nicky imprime realismo y cordura en cada una de sus intervenciones. Pennsatucky vive presa de sus creencias religiosas. Ojos locos es marginada porque todas la consideran una loca y terminará siendo una de las más entrañables… La lista sigue y sigue. Es inmensa. Y no sobra ninguna. La creadora de la serie nos tiende una trampa y hace que nos encariñemos con todas y vayamos restando importancia a los motivos que les han llevado a estar encerradas.
Por si éstas fueran pocas, Piper se va a encontrar en este centro con la que fue su amante, Alex, que también cumple condena allí. Esto en realidad, según el libro de Piper Kerman, no ocurrió así, pero la autora de la serie se ha permitido la licencia para crear una tensión que impregna los trece episodios. Piper tendrá que soportar verse cada mañana con la que considera su peor enemiga pero de la que una vez estuvo enamorada, pero además desea que Larry, su pareja, le espere fuera, en un mundo que se va diluyendo a medida que se habitúa a vivir entre rejas…
Piper se creará enemigos, se buscará problemas, se enfrentará a las autoridades (que dejan bastante que desear), se sentirá acosada, solucionará escollos, llorará, y reirá. Fuera Larry continuará su vida e incluso buscará réditos laborales a su situación sentimental…
‘Orange is the new black’ consigue enganchar rápidamente con un guión ágil y agudo que nos ayuda a olvidar el lavado de cara que la serie hace de la cárcel, la manera de dulcificar lo que allí sucede (siempre con una buena dosis de crítica). Llega un momento en que el espectador (o sea yo, y muy pronto tú) está deseando delinquir para formar parte de ese mundo. De ese mundo loco e hilarante.
Se lleva el naranja. Y ya estás tardando en ponértelo. Aquí te dejo un adelanto para convencerte (más).
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