La seguridad es una de las cuestiones que más preocupa a los viajeros que se plantean viajar a Israel. El conflicto que israelíes y palestinos arrastran desde 1948, con episodios periódicos de enfrentamiento como el que ocurrió el pasado verano, provoca que no pocos turistas se planteen si es seguro viajar a Israel o conviene pensar en destinos alternativos.
En general, no hay problemas para visitar las zonas más demandadas por los turistas, como Jerusalén, Tel Aviv o la zona del mar de Galilea, pero se recomienda evitar áreas peligrosas como la frontera con Siria y el Líbano, en la que esta misma semana murió un militar español y dos soldados israelíes por fuego cruzado entre Hezbulá y el ejército hebreo.
Los circuitos organizados no pasan por esas zonas. Para los viajeros independientes, lo recomendable es informarse bien sobre la situación en cada momento en páginas como la del Ministerio de Asuntos Exteriores de España o la Oficina de Asuntos Consulares del Departamento de Estado de EE UU.
Salvo esas áreas, Israel es hoy un país seguro en general para los turistas. El gobierno israelí prohíbe a sus ciudadanos cruzar a la zona controlada por la Autoridad Palestina en Cisjordania. Sin embargo, los extranjeros no encuentran mayores problemas para cruzar el conocido ‘muro de la vergüenza’ levantado por Israel en el 2000 para visitar ciudades como Belén o Jericó.
En este caso, a deficiencia de lo que ocurre con otras áreas de la Autoridad Palestina, no se precisa autorización previa. Basta con el pasaporte y el visado para reingresar en territorio israelí.
Por ello, a partir de mi experiencia personal, me atrevería a decir que, exceptuando los momentos de repunte del conflicto, viajar a Israel no es más peligroso que hacerlo a muchas grandes capitales del mundo con niveles de delincuencia que ponen los pelos de punta y que, sin embargo, no sufren la fama de ser tan peligrosas para los viajeros.
Lo que distingue a las ciudades israelíes de estas urbes -especialmente a Jerusalén y Tel Aviv- es su estado de alerta constante. Los israelíes se sienten permanentemente amenazados y esa tensión se percibe en el ambiente. Es lo que ellos llaman ‘mantener los músculos siempre preparados’.
¿Cómo afecta eso a los turistas? Principalmente en la cantidad de controles de seguridad a los que tienen que someterse o por la numerosa presencia de militares por las calles, lo que puede resultar impactante para algunos visitantes.
Esos controles comienzan desde el momento mismo en el que se encuentran en los mostradores de facturación del aeropuerto. La compañía de bandera israelí, El Al, tiene fama de realizar los controles más estrictos del mundo. Sus comprobaciones son exhaustivas, lo que obliga a planificar la llegada al aeropuerto con algo más de antelación de lo habitual. La aerolínea recomienda hacerlo tres horas antes.
Todos los pasajeros que suben a sus aviones se enfrentan a una batería de preguntas con el que la que la aerolínea trata de detectar posibles amenazas. Dónde va a alojarse, cuál es su profesión, por qué viaja a Israel o si ha preparado personalmente su equipaje son algunas de las cuestiones que se les plantean a los pasajeros unos funcionarios muy bien entrenados.
Eso sí, todos los empleados con los que me he cruzado han sido extraordinariamente correctos, siempre tratando de justificar la necesidad de esos controles para garantizar la seguridad abordo.
Aleatoriamente se realizan inspecciones manuales del equipaje, también del facturado, que pueden llegar a ser muy exhaustivas. Los controles en el aeropuerto de Ben Gurion también son cuantiosos, pero están muy bien organizados y los trámites son ágiles en general.
El punto más caliente es sin duda Jerusalén. No sólo por ser la capital, sino por la presencia permanente de miles de turistas (más de 3 millones al año) y peregrinos, además de por la cantidad de puntos sensibles por su simbolismo religioso. Aunque en la práctica judíos, cristianos y musulmanes coexisten pacíficamente, todos tienen un sentimiento de pertenencia sobre los lugares sagrados de Jerusalén que a menudo choca con quienes profesan un culto diferente.
En general, el viajero sentirá que esa tensión de la que hablaba antes está presente por la presencia de militares armados, policía y controles de acceso a los puntos principales. Y también por el celo con el que se controlan las mochilas y bolsos aparentemente abandonados. Pero no conviene asustarse, en ningún caso existe una sensación constante de un peligro inminente. Al contrario, el viajero en general se siente bastante seguro.
El servicio militar es obligatorio en Israel. Hombres y mujeres están llamados a completarlo -durante tres años para los hombres y dos para las mujeres- pero con la posibilidad de regresar a sus casas cada jornada, lo que convierte la presencia de chicos y chicas uniformados esperando el autobús o comprando en un supermercado en una escena cotidiana. Se dice que la fama de atractiv@s les viene del tono físico que adquieren en el ejército.
Conviene que los turistas lleven siempre encima el pasaporte o, al menos, una fotografía del mismo en el smartphone porque puede que se lo reclamen para acceder a algunos lugares, sobre todo al famoso Muro de las Lamentaciones. Se solicita de forma aleatoria.
Los controles son especialmente meticulosos en el acceso a la Explanada de las Mezquitas, sobre todo desde que el pasado octubre Israel la cerrase por primera vez en 67 años. En este caso es muy probable que se solicite el pasaporte, además de pasar por el lógico control de arco detector de metales y escáner para bolsos y mochilas.
El acceso a esta zona, desde la que se obtiene la visión más cercana de la famosa cúpula dorada de Israel (o Santuario de la Roca, en la foto que encabeza el post) actualmente está limitado a unas pocas horas al día, de 7.30 a 10.30 y de 12.30 a 13.30. La presencia de militares por la angosta pasarela que da acceso a la explanada desde el Muro de las Lamentaciones es numerosa, así como los escudos antidisturbios repartidos por esta pasarela.
Estos dos son los puntos con mayores controles. Para la mayoría de los lugares sagrados habituales para turistas y peregrinos no hay control, mientras que en otras atracciones como el Museo de Israel o el del Holocausto, ambos en Jerusalén, la seguridad se limita a arcos de detección de metales e inspección de mochilas y bolsos.
Israel, y Jerusalén en particular, es un destino fascinante que ningún viajero debería perderse por un miedo injustificado. Basta con informarse bien de la situación en cada momento y mantener las precauciones lógicas.