Si algo parece claro, es que tenemos que al menos repensar el concepto de trabajo. Son muchas las cosas que están pasando en los últimos años como para tener los mismos esquemas de trabajo de principio del siglo XX. Si lo analizamos con detalles podemos observar en los últimos años los siguientes aspectos clave: 1) se ha roto el concepto de fidelidad laboral, es decir, se necesita un nuevo pacto de lo que significa el contrato psicológico entre empresario y empleado; 2) El riesgo y responsabilidad del desarrollo de carrera recae ahora 100% sobre el empleado que debe de este modo plantear sus objetivos a corto, medio y largo plazo y su conveniencia de trabajar en el sector o empresa que más le pueda interesar según su empleabilidad y valor en el mercado; 3) el empleado sustituible o no-clave en la organización pierde la posibilidad de tener estabilidad con las nuevas reformas permitiendo mayor flexibilidad organizativa; 4) el amplio desempleo actual genera un elevado poder de negociación del empresario frente a sindicatos y empleados, que bajo el amparo de la flexibilidad, se va mucho más allá en la re-estructuración de plantilla; 5) con las nuevas normativas se alarga la jubilación permitiendo aumentar el periodo de cotización y actividad laboral, aspecto este que beneficia fundamentalmente al que ya tiene empleo pero muy poco a los jóvenes con más del 50% en desempleo.

La lista podría ser mucho mayor, pero por destacar algunos factores hemos puesto estos cinco para poder argumentar mejor. Si algo está claro es que el modelo tradicional de trabajo está sufriendo un colapso al chocar con los nuevos valores del bienestar ya instaurados en la sociedad. Esa crisis del bienestar ha generado que precisamente volvamos a modelos clásicos de dirección de personas basados en las puras relaciones laborales. Pero ¿qué sentido tienen todos estos cambios? ¿hacia dónde vamos en la relación laboral?

Para poder contestar a estas preguntas seguramente deberíamos reflexionar sobre la sociedad que nos viene. Ese es el verdadero debate, cómo compatibilizar una sociedad del conocimiento y una sociedad anclada en un bienestar socioeconómico  ya adquirido con la actual situación de desempleo y precariedad.  Cómo modificar hábitos, mentalidades, conceptos de vida y bienestar con una situación que “de golpe” ha arruinado a muchas familias al más completo desamparo social. Seguramente no tendré las respuestas, pero creo que este es un buen momento para hacerse preguntas y reflexionar. Estamos viviendo gobierno tras gobierno una carrera sin fin de medidas, adoptadas fundamentalmente desde la imposición (da igual el gobierno que esté las mayorías se imponen directamente sin consenso), generando un caos en las empresas que más que ayudar les lleva a ir detrás del gobierno como perro con su amo. Quizás es un buen momento para pensar entre todos y plantear de una vez qué modelo queremos socioeconómico. Por una vez podemos y debemos como país pensar por nosotros más allá del dictamen alemán. Al menos que no nos quiten la voluntad ni la libertad de elegir el modelo que queremos. Es lo único que nos puede quedar de orgullo. Sólo desde el debate real y profundo, desde los diferentes agentes, podremos en realidad plantear modelos sostenibles y estructurados que permitan tener efectos micro y macro-económicos  Los parches hacen mucho daño a los modelos económicos. Y no parece salgamos de este estilo político al que nos tienen acostumbrados los dos principales partidos políticos en este país. Sólo pido que pensemos y nos preguntemos ¿hacia dónde vamos? ¿Dónde queremos ir?…