Más del 80% de los directivos y mandos intermedios desconocen con detalle si hacen bien su trabajo. Puede ser que no quieran saberlo pero en todo caso las organizaciones no ponen los sistemas para poder ayudar a medir el rendimiento de sus profesionales. Y si no tenemos información diaria de nuestro trabajo, o feedback, la pregunta es ¿cómo podemos mejorar? ¿Cómo saber incluso si lo que creemos que hacemos bien en realidad es una incompetencia? Igual piensan que esto no se puede dar, pero por mi experiencia de un test que pasamos normalmente a ejecutivos de 22 competencias al menos 3 caen siempre en lo que se denomina zona ciega, es decir, no saben que hacen mal algo que creen hacen bien.
Por eso la mejor receta que existe en la empresa y en las organizaciones en general, incluyendo a los políticos por supuesto, es la humildad. Es decir, la capacidad de reconocer que necesitan mejorar continuamente y superar obstáculos para alcanzar el máximo aprendizaje. Hace poco un político bastante conocido a nivel nacional decía que “el coaching no era para políticos”, y no me extraña que esta ignorancia supina pueda darse en la política, pues hemos generado organizaciones que no asumen errores y que no aprenden. Es lo mismo que decir ¿para qué aprender? ¿Para qué querer mejorar si yo ya estoy en el cargo que es lo importante? ¿Acaso un político no tiene que liderar equipos de trabajo, negociar, tomar decisiones con equilibrio emocional, solucionar conflictos, desarrollar proyectos,…? Me da la impresión que en este país necesitamos una reflexión profunda sobre el aprendizaje y el talento. Hemos generado organizaciones basadas en el poder que reniegan del aprendizaje y la mejora, y así nos va…. Un poquito de por favor.
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