Por Roberto Luna-Arocas
Dr. Psicología Social. Catedrático Dirección Empresas, Facultad Economía. Universidad de Valencia. Presidente de la Asociación Nacional de Dirección y Desarrollo de Personas-RRHH (AEDIPE) y de la Asociación Nacional de Coaching Ejecutivo-Organizativo (AECOP).
@roberiluna www.robertoluna.es
Hace mucho tiempo tuve la suerte de hacer algunas investigaciones de mercado antes de entrar en la Universidad, y aplicar sobre todo muchas metodologías estadísticas para conocer mejor los mercados y poder profundizar en ellos. Recuerdo que había una técnica llamada análisis discriminante que te decía qué características tenían de modo diferencial determinados objetos, productos, servicios o marcas. De este modo se sabía claramente el criterio de compra o uso y con ello se ganaba mucho en conocimiento del mercado. Esto que es bastante habitual en la investigación de mercados, parece que ha llegado de modo intuitivo a la política pues cada vez más observamos cómo los partidos cambian sus “señas de identidad” por conseguir el susodicho mercado. Y claro, esto es algo realmente llamativo, pues una cuestión es ser creativo en proyectos y propuestas y otra adaptarse a las mayorías. ¿Acaso los partidos quieren tener mayorías solo por gobernar? ¿y la ideología? ¿Y cómo cambian de modo tan escandaloso entre dos tiempos diferentes, pongamos seis meses de diferencia por ejemplo? Quizás el concepto de mercado está inundando la política y esto lo estamos viendo en el uso de la televisión y los medios de comunicación, pues ya da igual el programa que veas o escuches y su temática, de hecho, siempre aparece un político. ¿Llegarán también a presentarnos los telediarios ellos directamente por ganar audiencia? ¿Los entrevistarán nuestros personajes más divertidos como Homer Simpson? ¿Podremos ver un documental o un programa de cine español sin la presencia de un político? Y no tengo nada contra ellos, más bien al contrario, creo mucho en la función pública y la dedicación sensata y ética de muchos de ellos (a pesar de todo), pero no deja de asombrarme cómo se cuelan por todos los espacios. Y no lo duden, está demostrado que tiene impacto emocional. Otra cosa es la parte racional y argumentativa. Puede gustarme un candidato y decir me cae bien, pero no gustarme lo que dice, y por lo tanto no votarle. Pero que tiene impacto, ¡seguro! Solo la mayor distancia ideológica le separa de este impacto emocional. He disfrutado de debates televisivos, algunos claro, pero reconozco que al final solo hay un “monotema” en la televisión a la hora que sea, da igual. Así que si está pensando ser político, no lo dude, analice la televisión y prepárese a cocinar, cantar, bailar, correr, saltar, competir en juegos, sufrir entrevistas más que privadas, y sobre todo asesórese y cuide su comunicación verbal y no verbal pues la televisión no perdona.