Me doy cuenta, conforme avanza todo lo que nos ocurre desde hace un año, de lo poco que estamos preparados para gestionar en entornos V.U.C.A., es decir, entornos altamente inciertos, ambiguos, complejos y volátiles.
Aunque la política ha bajado la calidad de sus representantes convirtiéndolos en meras marionetas del partido sin mucho fondo y con pocas dotes de liderazgo, el verdadero problema actual es la diferenciación clara y explícita entre la política y la gestión.
Desde la gestión del talento siempre analizamos que cada puesto, cada responsabilidad, necesita de unas competencias determinadas configurándose un perfil concreto. Y sobre todo, que dos responsabilidades diferentes son dos perfiles competenciales diferentes.
Dicho esto, comprenderá el lector que para ser político y ascender en el partido se requiere una serie de competencias y apoyos que normalmente no tienen que ver con la meritocracia ni con las competencias de gestión. Pero, sin embargo, para la gestión debería utilizar otro criterio, el de la dirección de organizaciones modernas, es decir, el competencial que ubica a los más capaces en los puestos adecuados.
Un político no tiene por qué saber de gestión, es más, no está normalmente preparado, y si le toca hacerlo aprende desde la experiencia. Pero sabemos qué implica eso, aprender desde la intuición y apoyado en los amiguismos más que en las decisiones profesionales. Y sobre todo aprender de los errores. Por eso decimos que normalmente se entrena primero sin asumir riesgos y después se juega o se actúa, como en cualquier deporte profesional.
Gestionar es complejo, requiere liderazgo, capacidad de planificación, visualización de diferentes escenarios, capacidad para formar y elegir equipos de alto rendimiento, sistemas de evaluación y desarrollo del equipo, conocimiento de cómo se gestiona un plan de mando integral, experiencia en gestión del talento, experiencia en contabilidad y presupuestos, en comunicación y marketing y en sistemas de información. Y para todo esto, las personas se entrenan y forman durante años.
Entonces, ante toda esta situación que planteamos tenemos dos soluciones: o asumimos que para ser político en este país tienes que saber gestionar y estás preparado y capacitado para ello, o mejoramos los sistemas profesionales de las administraciones públicas para que den respuesta de las situaciones reales que nos rodean y que el político se dedique solo a la política. Incluso los dos escenarios a la vez podrían ser adecuados aunque lo veo más alejado aun de la realidad.
Pero la realidad actual es que ahora no tenemos ninguno de los dos escenarios planteados, ni tenemos políticos con capacidad de gestión ni hemos modernizado la administración pública para que pueda gestionar conforme están los tiempos.
Creo que necesitamos repensar todo…