Creo que es difícil comprender lo que está pasando en este año de Covid que nos ha hecho vivir un experimento de gran hermano. Y es que ya sabíamos que el ser humano es un cúmulo de contradicciones e incoherencias, algunas maravillosamente humanas, pero otras realmente sorprendentes.
No hemos sido capaces de encontrar soluciones para poder fabricar cada país la vacuna y con eso evitar millones de muertes que se han dado en la cola de espera del pinchazo. Ya sé que hay empresas detrás que han invertido dinero (algunas cofinanciadas por diferentes estados) pero ¿no hubiera sido mejor conseguir la cesión de la vacuna para la producción propia? No estamos aún preparados para emergencias tan globales donde siguen prevaleciendo derechos privados a los propios derechos humanos. E incluso si se hubiera negociado mejor se deberían haber permitido comprar esos derechos por diferentes países y no el desastre de “supermercado de vacunas” que se ha generado en los últimos meses. Ya ni que hablar la incompetencia de la Unión Europea que está más para pasacalles que para gestiones.
Adoramos a los enfermeros y médicos, los idolatramos, les llamamos héroes. Y cuando son prescindibles les mandamos a la misma realidad que han vivido en la última década: precariedad y condiciones laborales de vergüenza. Nuestra memoria es muy corta. Y cuando pase la última ola y ya no los necesitemos haremos lo mismo. ¿Cómo podemos llamar a esto? Incoherencia, falsedad, hipocresía,…
La eterna lucha que según la orientación política estaba clara la tendencia. No creo nadie quiera que se muera gente, a ese extremo no llego. Pero toda decisión tiene sus consecuencias. Si desde un principio hemos tenido en cuenta que se daba esa dualidad que continuamente una estiraba y presionaba a la otra, ¿cómo puede ser que no las hayamos trabajado desde una globalidad a las dos? Se toman decisiones que priman la sanidad y evitan muertes pero no se asumen las implicaciones laborales que conllevan. O al contrario, se toman decisiones de prevalecer el empleo sin contemplar las muertes que genera. ¿Acaso no hemos sabido encontrar un punto intermedio de negociación donde asumamos con todas sus consecuencias el coste económico y del empleo de una decisión sanitaria? Si lo hubiéramos hecho, habríamos aplicado restricciones más severas pero al mismo tiempo habríamos preparado unas partidas económicas más reales e inmediatas que compensen la situación. Es fácil asumir una sin asumir la otra. El principio darwinista de nuevo se aplica.
Por otro lado, llegamos cansados de tanta información que hemos recibido. Repetida hasta la saciedad y comentada mucha por tertulianos que se hacen de oro a coste de la pandemia. El ciudadano de a pie está harto ya de ser recriminado por su mal comportamiento cuando en una muy amplia mayoría se ha comportado sumiso en extremo. Y ese bombardeo nos hace incluso sentirnos hasta culpables de lo que no hacemos. Claro que habrá gente que se salte las normas y que deben ser penalizados, pero eso sí, de verdad, no con billetes de monopoly como hacen con esas intenciones de denuncia. Pero una inmensa mayoría ha demostrado que es capaz de obedecer hasta la saciedad. Somos una sociedad en su mayoría muy sumisa, si no, no me explico cómo hemos podido llevar tan bien todo (a pesar de las noticias claro).
Concluyendo, en un mundo globalizado parece que vamos cada vez más a los localismos, ¡que se lo digan al covid si distingue fronteras cuando infecta a las personas! Y lo peor de todo es que no sabemos gestionar la pandemia de modo global. Espero aprendamos algo… aunque lo dudo.