Todos tenemos claro que nos conocemos a “nosotros” mismos en mayor o menor medida. Sin embargo, cuando alguien nos pregunta que nos definamos o digamos quién somos en un espacio corto de tiempo, lo escribamos en un papel o lo contemos en un ascensor… parece que nos entran más dudas de las normales. Hace poco a mis alumnos del Master en Gestión del Talento (5ª Edición) que dirijo en la Universidad de Valencia les pedí que me hicieran una versión reducida de su presentación para que los profesores que venían a darles clase pudieran conocerlos en un documento único. Algo que parecía inicialmente sencillo se convirtió en una complejidad no esperada. Y no por nada en particular, sino porque a todos nos cuesta poner en pocas palabras quienes somos. En muchos casos nos metemos en un mundo interior tan lleno de experiencias y contenidos que consideramos casi imposible poder hacerlo. O por el contrario porque nos presentamos como una serie de hechos o diplomas en nuestras vidas que a veces poco dicen de nosotros mismos. Pero aun así es vital afrontar este ejercicio, sencillamente porque si nos ponemos en el lugar del otro, es decir, del profesor en caso de mis alumnos, o en el del entrevistador en el caso de una entrevista de trabajo, comprenderemos que el otro no nos conoce de nada y hasta puede que ni le importemos apenas. ¿Cómo hacer que alguien que no te conoce nada pueda comprender lo mejor de ti en un minuto? ¿Lo has pensado alguna vez? ¿Has hecho la prueba? Mi recomendación es que os pongáis en el lugar del otro, es decir, de la empresa que os está entrevistando, principalmente para poder seleccionar lo mejor de tu versión (real) para “esa” empresa concreta. Ese es el verdadero “arte” que se debería trabajar, ensayar y entrenar. Y cuantas más veces lo hagas, mejor. Pues sobre todo se gana en espontaneidad, en autenticidad y en conocimiento de uno mismo, pues uno se lleva muchas sorpresas a veces con ejercicios muy simples. Además, nos sorprenderemos de la cantidad de versiones de nosotros mismos que podemos tener sin perder coherencia con uno mismo. ¿Y todas esas versiones son nuestras? En efecto, todas esas versiones son de la misma persona, son tu identidad. Afortunadamente tu identidad no se resquebraja por esta alta capacidad de deshilacharnos en diferentes versiones o en versiones adaptadas. Muy al contrario se fortalece con todas. Pues todos somos retazos de historias que puestas en el tiempo insistimos en darles una estabilidad como si fuera un único ente estable. Y eso dista mucho de nuestra realidad cambiante. Afortunadamente.
Te propongo entonces dos ejercicios muy “simples”:
SUERTE Y YA ME CONTARAS…