La verdad es que se han cambiado tanto los hábitos vacacionales que bien requiere una reflexión sobre si realmente desconectamos los días o semanas que cogemos de vacaciones. Desde un punto de vista psicológico, necesitamos desconectar no solo en vacaciones sino cada día y cada semana a lo largo del año.
Contemplarnos como profesionales de “alto rendimiento” significa precisamente estar “a tope” en el trabajo dando lo mejor de nosotros, pero también saber desconectar y permitir a nuestra mente tener otros espacios de ocio, diversión y entretenimiento que garanticen el bienestar de la persona. No todos los trabajos permiten la misma desconexión y por lo tanto las estrategias cambian en unas u otras situaciones. Pero como el cuento del leñador de Jorge Bucay en Cuentos para pensar, necesitamos conectar con la vida para seguir siendo un buen profesional. El ocio, el relax, cuidar el cuerpo y la mente, nuestra alimentación, hábitos deportivos saludables, experimentar emociones positivas, y sobre todo tener muchos otros roles aparte del profesional son algunas de las recomendaciones que no deberíamos perdernos. Cuanto más las cubramos en nuestros objetivos, más cerca estaremos de nuestro bienestar subjetivo. Podemos utilizar el recurso de las vacaciones de verano, pero necesitamos generar nuestros espacios cada día a lo largo del año para una mejor salud. Eso sí, podemos comenzar en verano… y hacer hábitos.
Cuento El leñador tenaz de Jorge Bucay (Cuentos para pensar)
Había una vez un leñador que se presentó a trabajar en una maderera. El sueldo era bueno y las condiciones de trabajo mejores aún, así que el leñador se propuso hacer un buen papel.
El primer día se presentó al capataz, que le dio un hacha y le asignó una zona del bosque.
El hombre, entusiasmado, salió al bosque a talar.
En un solo día cortó dieciocho árboles.
-Te felicito -le dijo el capataz-. Sigue así.
Animado por las palabras del capataz, el leñador se decidió a mejorar su propio trabajo al día siguiente. Así que esa noche se acostó bien temprano.
A la mañana siguiente, se levantó antes que nadie y se fue al bosque.
A pesar de todo su empeño, no consiguió cortar más de quince árboles.
«Debo estar cansado», pensó. Y decidió acostarse con la puesta de sol.
Al amanecer, se levantó decidido a batir su marca de dieciocho árboles. Sin embargo, ese día no llegó ni a la mitad.
Al día siguiente fueron siete, luego cinco, y el último día estuvo toda la tarde tratando de talar su segundo árbol.
Inquieto por lo que diría el capataz, el leñador fue a contarle lo que le estaba pasando y a jurarle y perjurarle que se estaba esforzando hasta los límites del desfallecimiento.
El capataz le preguntó: «¿Cuándo afilaste tu hacha por última vez?».
-¿Afilar? No he tenido tiempo para afilar: he estado demasiado ocupado talando árboles.