No cabe la menor duda que el día del trabajador es un día especial para compartir con otros la función activa del empleo. Pero dado los últimos datos del paro, quizás deberíamos cambiar el nombre del día o al menos hacerlo algo más genérico o realista para no generar controversias. Algo así como el día de la empleabilidad ¿Cómo se va a sentir una persona que está desempleada, que no tiene opción de empleo desde hace más de dos años, que no cobra ni siquiera subsidio y que encima le dicen se regocije con el día del trabajador? Quizás por respeto deberíamos cambiar el nombre al día, pues no parece las cosas vayan a cambiar mucho en los próximos años.
De hecho, ni se genera empleo ni las empresas crecen. Se está desmontando la actividad económica del país y eso está generando un paro generalizado de los motores económicos. Más de seis millones de parados significa que el consumo baja de modo estrepitoso, pero lo más doloroso incluso es que la satisfacción y las expectativas del consumidor, ese gran predictor de la salud económica de un país, se nos viene abajo. La máxima es muy sencilla “cuanto menos preveo consumir, menos actividad económica genero”. Y ya con esto tenemos el círculo cerrado. ¿Cómo podemos emprender negocios si no tenemos consumidores dispuestos a comprar? El único perfil que se puede salvar en estos momentos es el emprendedor internacional. Pues no tenemos apenas mercado nacional y con estas expectativas seguramente no lo tendremos hasta dentro de unos cuantos años. Luego ¿para qué fomentar medida de emprendedurismo si no cuidamos al mismo tiempo el potencial de consumo? Quizás los números fríos salgan a nivel macroeconómico, pero nadie ha considerado el problema actual desde la microeconomía. Y la microeconomía no deja de ser la base de la economía también. La micro y la macro interactúan como las dos caras de una moneda. Una no puede ir sin la otra. Y en estos momentos la hermana mayor “macroeconomía” parece ser la única que entra en juego. Desde la microeconomía lo que se percibe es que el que no tiene dinero no puede gastar, el que tiene algo tiene que compartir con otros familiares o amigos desempleados. Y el que tiene más no consume por si acaso. El consumo no deja de ser un acto de confianza en los ingresos. Y esto es lo que hoy en día ya nadie tiene. Nadie puede confiar y menos aún con la situación actual. Sin confianza no hay mercados ni inversores. Si perdemos la confianza en el progreso económico aumentamos la inestabilidad.
Concluyendo, deberíamos afrontar cómo conseguir tanto un aumento de las expectativas del consumidor (mayor empleo activo a corto plazo) como una mayor confianza en los mercados (financiación para las empresas y eficiencia en la administración pública). Si no debatimos estas dos áreas fundamentales será muy difícil hablar de recuperación económica en nuestro país. ¡Feliz día de la empleabilidad!