Somos un país orgulloso de su tierra y de su gente. ¿Quizás demasiado? Me refiero a que si tuviéramos algo más de humildad seguramente podríamos ambicionar más. Pero estamos llenos de expertos y mandamases que nos dicen qué hacer o qué es lo mejor siempre y así vamos dando tumbos continuamente.
Para poder ambicionar más se requiere la humildad del que escucha al otro y del que valora al otro. Y sobre todo un principio de valorar más el bien conjunto que el individual. Todo esto son palabras mayores y muy lejanas a nuestra realidad. No somos capaces de tomar decisiones estratégicas a medio y largo plazo que beneficien al país. Solo sabemos hacer cosas muy concretas, parches sociales, sin apenas perspectiva en el tiempo.
Necesitamos un cuerpo de gente experta y humilde, insisto, que piense en grande, en muy grande, que ponga al país por delante de sus propias ambiciones y las de su partido o gremio, y sobre todo por encima de su ego. Y eso parece que nos cuesta encontrarlo, pues el sistema que hemos creado, por paradójico que parezca, nos impide generar este tipo de reflexiones. ¿Podemos imaginarnos un foro de debate con “verdaderos” expertos para que puedan sugerir planes que afecten a las futuras generaciones? Estos debates, fuera de partidismos y egos, son la savia necesaria para poder cimentar el verdadero desarrollo y progreso de un país.