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La enfermedad mental, la pandemia silenciosa

No es la primera vez que sucede que el triste suicidio de una artista levanta comentarios críticos con el modelo de salud que tenemos en este país. Ya sucedió también hace no mucho cuando los problemas depresivos de una deportista de alto rendimiento llamaron la atención a la prensa. Y es que aun nos sigue sorprendiendo que los temas mentales ocupen el escenario en las portadas de la prensa. Muchos periodistas dicen que la recomendación de los expertos era la de no publicar nada para no generar modelos que imitaran este tipo de comportamientos. Pero la verdadera realidad es que vivimos en una sociedad que oculta como tabú todo aquello que tenga que ver con nuestra salud mental. Parece que quien padece de ansiedad, depresión o similares está ya marcado de por vida. Y si vas al psicólogo, ya en un caso extremo, lo tienes que ocultar pues la gente lo primero que dice es “¡qué mal que tiene que estar para ir a un psicólogo!
¡Basta! Basta a esta doble moral donde ocultamos aquello que la sociedad no está preparada para escuchar. Y es que si fuéramos sinceros, tendríamos que sacar la verdadera estadística sobre quién en su vida no ha pasado por algún bache gordo que le generara ansiedad o depresión, entre otros. Otra cosa es tener la valentía y coraje de decirlo. Y es que hace falta ser muy valiente para hacerlo públicamente.
La realidad es que vivimos en una sociedad muy neurótica, llena de ansiedad y estrés tanto en los hogares como en el trabajo. Y quizás al vivirlo en silencio pensamos que los demás son ajenos a esta realidad. Hoy más que nunca tenemos que afrontar la realidad de la salud mental que sigue siendo espeluznante. Ya no hablo solo de la baja ratio de psicólogos en nuestro país, sino de los valores sociales de un país que se dice abierto, plural y con la mejor sanidad del mundo. Los datos no parecen demostrar ninguno de estos calificativos.
Por favor, que nadie se sorprenda más de la tasa de suicidios que tenemos en nuestro país, ni de la incidencia de la depresión, el estrés y la ansiedad en nuestros ciudadanos. Si tuviéramos los datos exactos del consumo de ansiolíticos y antidepresivos seguramente tendríamos una cifra más exacta de la que marcan las estadísticas. Solo desde una sociedad que afronte y asuma estos datos podremos hablar de bienestar, calidad de vida y felicidad. Mientras, como siempre, dejaremos que otros países más valientes lo hagan y, como siempre, nos toque aprender algo de ellos.

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por Roberto Luna

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