Ezequiel se levanta a las 4,30 de la madrugada todos los días para abrir su bar en Monteolivete. Va cargado todos los días de las mismas herramientas para su trabajo: empeño, optimismo y una gran sonrisa. Sube el telón de su escenario del que no se moverá en 12 horas, y donde como león enjaulado va de un lado al otro de la barra en apenas unos 4 metros cuadrados. Tiene orientación al cliente, sabe gestionar conflictos, y sobre todo acompañar a todos los clientes sin enjuiciar. Esta entrada va dedicada a aquellos que como Ezequiel son los verdaderos héroes de cada barrio…
No deja de llamar mi atención y mi admiración esos pequeños héroes cotidianos que diría Pilar Jericó, que día a día, como solemos decir “sacan adelante el país”. Es verdad que siempre nos quejamos y ponemos los ejemplos del mal servicio recibido, normalmente en telefonía móvil, bancos o seguros. Pero también deberíamos comenzar a hablar de esos grandes héroes que todos conocemos y que día a día levantan la persiana de su negocio y que con su tiempo, sacrificio y buen hacer son ejemplo de todos. No tienen grandes negocios, no han tenido una brillante idea, ni son ricos aunque sean empresarios. Tienen una o dos personas a su cargo y viven muy intensamente cada reforma laboral, cada modificación de impuestos, pues de ello depende su margen y beneficio. No tienen ocho horas laborales, sino doce o catorce, si tienen un problema con el personal afecta directamente al negocio, y no puede dejar de estar día a día en su negocio pues son ellos quienes lo levantan.
Tienen lo bueno de ser empresarios, pues son autónomos y no tienen jefes. Pero su peor jefe son ellos mismos, pues viven las controversias de ser jefe y empleado a la vez, sin los derechos muchas veces de este último. Dependen por completo de ellos, de su creatividad diaria, de su imaginación y de su sonrisa y optimismo. Levantan cada día temprano sin esperar más que el día sea bueno, o al menos no tan malo. Y es que ven cada día como va su negocio, con lo bueno y con lo malo que esto tiene. Se consideran empresarios pero saben claramente cuál es su realidad, “a mí nadie va a venir a ayudarme, lo que no haga yo nadie lo va a hacer”.
No tienen negociación colectiva, pues las condiciones las pautan ellos con ellos mismos. Y siempre suelen salir perdiendo. Son blanco de los grandes, pero ágiles al ser pequeños. Y a pesar que cada año sucumben muchos, no dejan en su empeño de intentar montar otros negocios. Lo apuestan todo, y lo dan todo. Saben es la única manera de llevar una empresa. Y no esperan palmaditas en la espalda ni buenas palabras, solo las que ellos mismos se puedan decir en su soledad.
Gracias a todos esos pequeños héroes …