Llega el verano y la industria de la alimentación sabe lo que todos queremos: vernos mejor para enfrentarnos a la playa y la piscina. Por eso juegan tanto con el desconocimiento de la gente.
Esta misma semana una importante empresa de alimentación ha reforzado una campaña publicitaria. En ella te aconsejan un pan -que según ellos apenas tienen calorías- para cenar de forma ligera por la noche.
Se trata de un pan de molde al que, supuestamente, le han bajado las calorías totales. Sin embargo, sólo mirando la etiqueta uno puede ver que contiene azúcar añadido, aceite de palma… Grasas saturadas por un tubo que no solo te van a impedir eliminar grasa, sino que la vas a crear y mucho más si es por la noche.
Ya digo que la industria juega de forma brutal con el desconocimiento ajeno. Por eso, si quieres optar por una vida sana, olvidate de contar calorías y aprende a saber qué estás comiendo y, sobre todo, a leer las etiquetas.
Piensa que al final del día es más importante haber consumido el número correcto de macronutrientes (carbohidratos, proteínas y grasas) que un número correcto. Las calorías son una forma de medir la energía, el aporte de energía de cada alimento, pero es mucho más complicado de lo que crees de calcular. ¿Crees que serán lo mismo 100 calorías de bollería que 100 calorías de manzana?
Contar calorías es un error y, sobre todo, guiarte por la publicidad. Siempre que tengas un producto en tus manos que prometa ser light o con menos calorías, simplemente has de pensar: ¿De verdad soy tan inocente para creerlo? ¿De verdad es necesario en tu dieta un refresco, mantequilla o una mouse de chocolate ‘light’?
Además, has de tener en cuenta que para que un producto pueda ser considerado ‘light’ simplemente ha de rebajar un 30% las calorías totales pero esto no significa que sea sano o que no engorde. El pan del que hablábamos al principio es un ejemplo de grasa saturada escondida bajo un alimento que nos venden como sano.
Tanto es así que hay productos que son más sanos en su versión normal que en la versión ‘light’ como, por ejemplo, los cereales de desayuno.
Llegados a este punto. ¿Qué debemos hacer para mejorar?
1) Nunca, NUNCA, confiar en la publicidad ni en lo que nos venden. Un producto no refuerza las defensas por sí solo, ni baja el colesterol, ni ayuda a adelgazar ni, mucho menos, nos genera alegría.
2) Ponte en manos de un buen nutricionista. Es la mejor inversión que puedes hacer: sabrás qué necesidades tiene tu cuerpo y cómo cubrirla.
3) Cuanto menos envases, mejor. Como dijo Carolina Herrera: menos es más. En la alimentación, es así. Aprende a distinguir entre hidratos, proteína y grasas. De este equilibrio depende tu éxito.
4) Rechaza el azúcar añadido. Ya es bastante complicado eliminarlo como para que encima lo vayas añadiendo. Rechaza lo industrial. Si quieres pan, en la panadería. Si quieres un bollo, hazlo tu mismo.
5) Si ya comes fruta y verdura, amplía, no importa.
6) Deja las excusas a un lado. La pregunta no es si puedes hacerlo. Es si quieres hacerlo.
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