Una importante empresa de alimentación mundial lanzó una campaña de publicidad con la siguiente frase: ¿A qué no puedes comer sólo una? Así de simple, efectivo y escandaloso a la vez. La pregunta es porque no puede dejar de comer bollos o galletas industriales, patatas fritas de bolsa, refrescos o ‘snacks’.
Sin embargo, nadie asegura que come brócoli de forma compulsiva o lechuga, por ejemplo. Entonces, cuál es la diferencia. Pues, entre otras muchas cosas, la mano del hombre y de la industria alimentaria.
En primer lugar hemos de conocer que un estómago normal tiene una capacidad de entre dos y cuatro litros y, a través de un complejo mecanismo del que todavía no se conocen todos los detalles, se envía la señal al cerebro de saciedad.
Sin embargo, este mecanismo tiene su origen en la condición animal del ser humano: nada de lo que hoy entendemos como vida: sin neveras, sin vehículos o sin supermercados. De ahí que, en las condiciones actuales, este mecanismo esté alterado.
Y, ¿por qué no puedo comer sólo una patata? En primer lugar porque, normalmente, son alimentos que van en varias unidades y que se tienen que ‘abrir’. Es decir, van en un paquete lo que añade sensación de comida temporal, que hay que consumir hasta el final.
Además, está demostrado científicamente que los alimentos muy procesados y con muchos carbohidratos y refinados disminuyen la sensación de saciedad por lo que: causa-efecto, darte un atracón. Además, ralentizan el metabolismo, es decir, quemas menos calorías para lograr energía.
La industria no escatima en investigación tanto para que debas comprar determinados productos en el supermercado como para que, después, los ingieras sin control.
La ansiedad es muy evidente para muchas personas a la hora de enfrentarse a la comida. Haz una prueba y observa en un restaurante y mira cómo la gente se abalanza sobre la comida en cuanto les llegan los platos a la mesa.
Todo ello nos hace indicar que, por un lado, nuestro cuerpo no está preparado para ingerir determinados ‘alimentos’ y que hay una industria que intenta controlarnos (y lo consigue) añadiendo incluso potenciadores como el glutamato, sal para que sea más dulce o azúcar para que algo parezca salado. Una locura.
Por suerte, tiene la inteligencia para controlar esta manipulación y ser consciente en todo momento de lo que está pasando en tu nevera.