Los que seguís este blog ya sabéis mi opinión sobre el azúcar añadido: ni es sano, ni hace falta para nada. Son calorías vacías que no cuenta con ningún beneficio para el cuerpo. Una vez más, antes de recibir mails de gente insisto: hablamos de azúcar añadido, de la cucharadita en el café, no de los carbohidratos.
Aunque si dejas de poner azúcar en el café te acostumbras en pocos días, hay gente que necesita edulcorantes en su vida. Analizamos, pues, los más populares y sus pros y contras.
Sacarina. Es el más popular, el que está en todos los sitios y, bajo mi punto de vista, el mejor sustitutivo al azúcar siempre que no se abuse de él y siempre que estemos empeñados en endulzar los alimentos y bebidas. Aunque se trata de una composición química y no aporta calorías, hay estudios recientes que apuntan a que su consumo puede afectar a la flora intestinal.
No son estudios concluyentes y han contado con muchas críticas y muchas personas apuntan a que son sustancias de laboratorio pero olvidan que el azúcar actual también está tratado químicamente.
La stevia es mucho más dulce que la sacarina y se ha impuesto en el mercado como competidor de la sacarina. Aunque su origen es vegetal, lo cierto es que el que encontramos en el mercado apenas cuenta con un 0,01% de stevia real y el resto es pura química.
El aspartamo y la sucralosa son dos edulcorantes que usa la industria y cuyos efectos activan la misma parte del cerebro que el consumo de azúcar blanco. Son pura química y hay varios estudios que apuntan a que son perjudiciales para el sistema digestivo y se pueden encontrar en bebidas y alimentos ‘light’.
Por último está el azúcar moreno que mucha gente consume creyendo que es mejor que el blanco cuando, en realidad, es exactamente igual que el blanco sólo que tintado. NI más, ni menos.
Así que el resumen, bajo un punto de vista personal es que es mejor evitar consumir azúcar refinado siempre que se pueda ya que sólo aporta calorías y ningún beneficio para el cuerpo pero hay que evitar abusar del resto de edulcorantes. Una dieta sana no puede incluir un refresco light al día, por ejemplo y, mucho menos, uno normal.