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Javier Martínez

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Compradores sin escrúpulos de oro

Compra de joyas por un puñado de euros, tratos verbales con comerciantes sin escrúpulos, dinero al instante en plena calle y amenazas a joyeros. Esto es lo que se encuentran todas las mañanas los vecinos de la plaza Obispo Amigó y de la calle Salas Quiroga en Valencia, donde la fiebre por la compra y venta de oro comienza ya a causar estragos entre los minoristas del sector.

El trapicheo con alhajas tiene lugar a escasos metros del Monte de Piedad. Un grupo de personas asedia a los viandantes para preguntarles si están a punto de empeñar alguna joya en las instalaciones de Bancaja. El siguiente paso es ofrecer un buen precio por la cadena, pulsera o anillo. La intención no es otra que convencer al ciudadano de que puede conseguir más dinero del que obtendría en la casa de empeño.

Acuciado por la crisis económica, el hombre detiene su marcha para escuchar, al menos, la oferta que le hacen unos desconocidos. Sin importar casi el estado de la joya, la cantidad que pagan por cada gramo de oro suele oscilar entre los 15 y 22 euros. Algunos negocian y discuten el precio. Otros desconfían y siguen andando. Todo sucede en plena calle. Incluso, si es necesario, uno de estos individuos tiene una báscula de precisión en el maletero de un monovolumen estacionado en una calle cercana. El oro se pesa a escondidas, pero siempre delante del vendedor.

La compra de joyas en estas condiciones es ilegal. Para evitar que se vendan piezas robadas, la policía exige al comerciante que en cada operación le envíe una fotocopia del DNI del vendedor. Además, la joya no puede ser vendida o fundida en los quince días posteriores a su compra.

Otro requisito para el responsable del establecimiento es anotar en un libro todos los detalles de cada pieza, como el peso, los quilates o si lleva alguna inscripción.

Por supuesto, los compradores ambulantes de oro no cumplen la normativa, pero casi todas las personas que asedian e importunan a los viandantes en la puerta del Monte de Piedad trabajan para comercios legalmente registrados. Y cobran una comisión por cada vendedor que captan.

Para realizar la operación con todos los requisitos que exige la policía, acompañan al cliente hasta el establecimiento de compraventa de oro. Luego vuelven a la plaza Obispo Amigó para coger sitio. La competencia es dura. Hasta 15 captadores coinciden todas las mañanas en el mismo tramo de acera.

La fiebre por la venta de oro

La compraventa de oro ha experimentado un espectacular crecimiento en los últimos dos años en esta zona de Valencia, donde han abierto hasta ocho establecimientos nuevos de joyería en las inmediaciones del Monte de Piedad. La instalación de las medidas de seguridad que se imponen a estos negocios supera un gasto de 10.000 euros, una inversión inicial a la que hay que añadir el dinero necesario para poder comenzar las operaciones de compra.

Al entrar en cualquiera de estas tiendas de compraventa de oro, el cliente se encuentra con una mampara de cristal blindado, similar a la de una administración de lotería. Cámaras de vigilancia, sistemas de alarma con detectores sísmicos y volumétricos y una caja fuerte de nivel cuatro, una de las más seguras del mercado, son otras de las exigencias de seguridad que requiere trabajar con oro.

«Todo este procedimiento lo incumple un grupo de personas que puede dar salida, incluso, a joyas de origen ilegal», afirma la abogada de 10 comerciantes de la zona. «Al ser franqueados los controles de seguridad, esta práctica ilegal fomenta que acudan todo tipo de individuos para comprar oro en condiciones que vulneran los derechos mínimos del consumidor», añade la letrada.

Tras las quejas de los comerciantes y vecinos, la Policía Nacional ha montado este año varios servicios de vigilancia con agentes de paisano para impedir la posible venta de joyas robadas. También acuden algunas patrullas de la Policía Local, pero los compradores se avisan entre ellos y desaparecen en pocos segundos.

«Están haciendo negocio con el oro de personas necesitadas. No tienen escrúpulos», asegura un vecino de la calle Cuenca. «Tasan y pesan las joyas dentro de un coche, en una esquina o en los servicios de un bar», explica el ciudadano.

El trapicheo con oro está causando también perjuicios económicos a varias casas de compraventa de joyas situadas en las inmediaciones del Monte de Piedad. La situación ha llegado a un punto tan insostenible que incluso algunos establecimientos se plantean la posibilidad de cerrar. «Con el dinero que pagan por los alquileres, impuestos y Seguridad Social no pueden hacer frente al negocio clandestino que hay en la calle», asevera la abogada de los comerciantes.

Algunos joyeros han recibido amenazas por parte de los individuos que asedian a los viandantes junto al Monte de Piedad. “Se disputan los clientes con malos modos y prácticas ilegales”, afirma un vigilante que trabaja en un establecimiento cercano.

Las papeletas de empeño también tienen un precio. Los resguardos que extiende el Monte de Piedad para que el ciudadano pueda recuperar su joya, mediante el pago de una cantidad convenida de dinero, son también moneda de cambio en los trapicheos que se realizan en la plaza Obispo Amigó y sus alrededores.

Algunos compradores de oro adelantan el dinero del rescate de la alhaja con la condición de adquirir luego la pieza por un precio de mercado, que es inferior al valor real de la joya. Además, antes de realizar el pago de la operación de compraventa, el comerciante descuenta el dinero prestado, por lo que las condiciones siempre son perjudiciales para el vendedor.

«Las papeletas de empeño se pagan al contado y lo anunciamos en nuestra publicidad porque la gente necesita dinero al instante», reconoce el empleado de un establecimiento de venta de oro.

Pero los vecinos de la zona denuncian también que se está vulnerando la ordenanza municipal sobre publicidad cuando los compradores de oro reparten octavillas, lejos de sus negocios, con mensajes comerciales. En las pequeños papeles se pueden leer frases como: «compramos papeletas del Monte de Piedad», «máxima tasación de 15 a 22 euros el gramo» y «llámenos y pasamos a recogerlo».

Otro letrero confuso utilizado para la captación afirma que el vendedor puede recuperar su joya, pero omite que los intereses son más altos que los regulados por el Monte de Piedad.

Sobre el autor

Javier Martínez Fernández nació en Granada, aunque reside en Valencia desde que tenía ocho años. Hijo de padres jienenses (naturales de Beas de Segura), también vivió en Almuñécar, Pilar de la Horadada y Elche. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, redactor del periódico Las Provincias desde 1989 y colaborador de varios programas de televisión y radio. Es un apasionado de su profesión pero a veces se queja de que le toca bailar con la más fea: la crónica negra. Desde que se especializó en la crónica de sucesos, ha participado en tres seminarios de la Universidad CEU Cardenal Herrera (como ponente y organizador) sobre el periodismo de sucesos, es coautor de cuatro libros de formación para policías y guardias civiles, fue profesor del Máster de Periodismo de Las Provincias-CEU Universidad Cardenal Herrera y conferenciante en el Coloquio Internacional para una Comunicación Libre de Violencia celebrado en México en 2010. El autor de este blog ha intervenido también en numerosos programas de televisión y radio ('Horizonte', 'Espejo Público', 'Más vale tarde', 'Cuarto Milenio', 'Equipo de Investigación', 'Bona vesprada', 'Informe DEC', 'Sabor a ti', 'Esta noche cruzamos el Mississipi', 'Milenio 3', 'Abierto a Mediodía' y 'El rastro del crimen') y publicó 30 reportajes en la revista especializada 'Así son las cosas' entre 2003 y 2007.


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