Una chapuza de atraco con una historia rocambolesca ha terminado en el juzgado de guardia. Los protagonistas son tres individuos que tienen más cara que espalda. Un empleado de banca, el hijo de un ex comisario de la Policía Nacional muy valorado en el cuerpo y un tercer invitado, amigo de los dos primeros, participaron en los hechos. Todos son viejos conocidos del barrio. Han compartido cervezas, fiestas y buenos momentos.
Un buen día, Carlos P. D. se hartó de la sucrusal de Bancaja en Pinedo donde trabajaba. Sus superiores ya le seguían con lupa por su bajo rendimiento e incluso había recibido algún toque de atención. No era descabellado que pudiera entrar en un proceso de prejubilaciones. Así que no se le ocurrió que nada mejor que simular un atraco en su oficina. Luego se repartirían el dinero.
La propuesta se la hizo llegar a su cuñado y amigo, Ángel A., hijo de un buen policía. Este también estaba acostumbrado a un nivel de vida por encima de sus posibilidades, donde las fiestas estaban a la orden del día. Aceptó el trato.
El atraco se produjo en junio. El empleado de la caja de ahorros se las ingenió para ser el último en salir. Poco a poco, sus compañeros se fueron despidiendo. Cuando se quedó solo, dio la señal a su cuñado para que le atracara. Este, disfrazado para que no se identificara su rostro en las cámaras, le amenazó con un arma y se llevó el dinero. Unos 150.000 euros. Cogió el coche del trabajador del banco y abandonó el lugar. Fácil, rápido y sin riesgos.
La idea era abandonar el vehículo con las llaves puestas en algún barrio de perfil bajo para que fuera robado. Y así el ladrón podría comerse el marrón si la Guardia Civil encontraba sus huellas en el vehículo. Pero no salieron así las cosas.
La Guardia Civil de Paiporta comenzó a investigar los hechos tras la denuncia de la entidad bancaria. Las pesquisas pronto dieron resultado. El falso atracador no había protegido su rostro. Y el empleado de la sucursal se dio cuenta. Algo tenía que hacer porque nada más identificaran al asaltante darían con él.
Una precipitada huida
Entonces, el empleado de Bancaja decidió cogerse la baja en la empresa. Estaba “depre”. Y era hora de poner distancia. Cogió parte del dinero, se compró un Mercedes -no precisamente de gama baja- y se marchó de Valencia. Unos meses de buena vida a cientos de kilómetros de la ciudad donde podía sentirse perseguido. Su compañero de andanzas hizo lo propio.
Pero entonces, decidieron implicar a una tercera persona. Un amigo que les guardara el dinero del botín. No podían andar con tanto efectivo si no querían levantar sospechas.
La Guardia Civil concluyó recientemente sus investigaciones con éxito y los tres fueron detenidos. El trío pasó a disposición judicial en el juzgado de guardia de Valencia. Todos quedaron en libertad con cargos, aunque el empleado de banca deberá personarse para firmar, según fuentes judiciales.
No obstante, en ningún supuesto serán acusados de un delito de robo. En todo caso se tratará de un hurto o apropiación indebida y simulación de delito, cuestión que ya determinará el fiscal cuando califique los hechos.
El dinero robado no ha aparecido hasta la fecha. Mucho, sin duda, ya habrá sido dilapidado en diferentes fiestas. Al empleado, que tras los hechos fue trasladado a otra oficina diferente -también en una población de Valencia- se le presenta un futuro laboral más que complicado. La Guardia Civil le intervino el Mercedes antes de que lo vendiera. Carlos P. D. ya había encontrado un comprador para su lujoso coche.
Una compañía de seguros también se encuentra entre los afectados por el falso delito porque indemnizó a la caja de ahorros tras el falso atraco.