Por Javier Martínez
La mala fama persigue a los Ángeles del Infierno desde su fundación. Las ‘calaveras aladas’ sólo atienden a sus propias leyes y se caracterizan por su afición a las motocicletas Harley Davidson, la utilización de simbología nazi, las normas de corte paramilitar del club y sus tatuajes de cráneos. Organizados en cerca de 200 grupos, los diablos de la carretera se extienden por una treintena de países. En la Comunitat Valenciana han dejado un rastro criminal de un homicidio, un asesinato frustrado y varios atracos y extorsiones en los últimos dos años.
El presidente del Hells Angels Moto Club Valencia, Pedro R., de 43 años, y tres de sus colegas fueron detenidos la semana pasada por la Policía Nacional. Los cuatro miembros de la banda están acusados de exigir importantes cantidades de dinero a otros grupos de moteros, entre ellos el Big Twin de Castellón, a cambio de no reventar las concentraciones que organizaban todos los años.
Pedro R. niega rotundamente las acusaciones y amenaza con querellarse contra todo aquel que ensucie su nombre o el de los Ángeles del Infierno con falsos delitos. «Somos un club legendario de moteros con normas, no delincuentes», asevera el presidente del Hells Angels Moto Club Valencia.
«Organizamos concentraciones y yo he tenido problemas personales con el Big Twin porque me deben dinero. Eso es todo», afirma el líder del grupo. Pero según las investigaciones policiales, los cuatro detenidos exigían el pago de distintas cuotas por servicios de vigilancia que nunca prestaban. También pedían una carpa propia en el recinto, bebida y comida gratis o puestos de venta sin pago de tributos. Si no cumplían sus peticiones, amenazaban con reventar el evento con peleas, agresiones, quema de motocicletas y agresiones físicas a sus miembros, especialmente al responsable y a su familia.
«Todo es mentira. Me han tendido una trampa y en el juicio demostraremos la farsa», insiste Pedro R., que ya fue detenido en 2009 por la Guardia Civil en Valencia. En aquella ocasión le intervinieron un revólver y un subfusil en su casa. «Vale, no tenía licencia para tener esas armas, pero me imputaron también un delito de asociación ilícita. ¿Por qué?», pregunta el motero.
El homicidio del notario Juan José Martínez Román, perpetrado el 26 de octubre de 2009 durante un atraco en Torrevieja, puso otra vez a los Ángeles del Infierno en el punto de mira de la Guardia Civil. La operación Europa sirvió para esclarecer el crimen y para descubrir otros delitos de una organización peligrosa y violenta. Los tres hombres que participaron presuntamente en el atraco fueron detenidos en Torrent, Almassora y San Pedro de Pinatar.
Un crimen frustrado
La investigación del homicidio del notario, que murió al recibir un disparo, permitió descubrir el asesinato frustrado de un vecino de Pedralba en septiembre de 2009. El móvil era presuntamente el cobro de una herencia por parte de dos hermanos, también miembros de la peligrosa banda, acusados de ordenar la muerte de su padre. Los delincuentes simularon un asalto al chalé de la víctima, pero el sicario falló en el último momento. El arma de fuego utilizada no disparó ningún proyectil.
Otro atraco fue resuelto durante la investigación de la Guardia Civil de Alicante. Juan Miguel R., uno de los moteros detenidos por el homicidio del notario, asaltó un pub con otro individuo en San Pedro del Pinatar. Los delincuentes robaron 900 euros tras intimidar con armas de fuego al dueño y una camarera del local. Antes de huir con el botín, dispararon contra el primero.
Pero la banda de los Ángeles del Infierno ya fue desarticulada en abril de 2009 en una operación conjunta de los Mossos d’Esquadra y la Guardia Civil. Entonces fueron arrestados 22 de sus presuntos integrantes, seis de ellos en la Comunitat Valenciana. Un juez de Barcelona los procesó por extorsión, coacciones, amenazas y tráfico de drogas y armas.
Desde su nacimiento hace seis décadas en Estados Unidos, los Ángeles del Infierno se han visto involucrados en numerosos delitos. Así, las calaveras aladas de sus chupas y sus flamantes ‘chopper’ encubren el pasado y presente delictivo de algunos de sus miembros.