Un grupo de investigación de la Guardia Civil formado por 11 hombres y dedicado a luchar contra la delincuencia en la provincia de Valencia durante la década de los 80 y la primera mitad de los 90 del siglo pasado, no es algo baladí. La heroína hizo mella en los jóvenes españoles, de tal manera, que los delitos para garantizarse la dosis diaria fue algo muy habitual.

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El Grupo Operativo de la Guardia Civil de Valencia en la década de los 80

Caricaturas de los agentes que formaban el Grupo Operativo de la Guardia Civil de Valencia en la década de los 80.

Por José L. Román

Un grupo de investigación de la Guardia Civil formado por 11 hombres y dedicado a luchar contra la delincuencia en la provincia de Valencia durante la década de los 80 y la primera mitad de los 90 del siglo pasado, no es algo baladí. La heroína hizo mella en los jóvenes españoles, de tal manera, que los delitos para garantizarse la dosis diaria fue algo muy habitual. En aquellos años empezaban a practicarse los asaltos a bares de alterne. Los atracos a gasolineras se fueron convirtiendo en el pan nuestro de cada día; a continuación, siguieron los tirones a bolsos y, a todo aquello que colgase del cuello de alguien. Los atracos a taxistas también se convirtieron en mera rutina para la delincuencia. Más tarde se pusieron de moda las “sirlas” a plena luz del día; después, los robos con intimidación se extendieron a todo tipo de establecimientos. La impunidad llevó incluso a los delincuentes a cometer asaltos a domicilios particulares con sus moradores dentro, y llegamos incluso al impensable capítulo, del atraco a una iglesia, a un furgón blindado, a un vendedor de la ONCE o a un conductor de la EMT. Los cadáveres con la jeringuilla aún clavada en los brazos en el lavabo de un bar o en cualquier parque público formaban parte del paisaje urbano.

En aquella década “prodigiosa” de los 80, la Guardia Civil se hallaba en pleno proceso de reestructuración. El reagrupamiento de agentes en cuarteles ubicados en los pueblos más importantes, por la escasa plantilla designada para la tercera provincia española, dejaba desamparados a cientos de ciudadanos residentes en lugares recónditos y apartados. Este hecho, que dejaba sin vigilancia miles de kilómetros de demarcación, era muy conocido por los delincuentes. No puedo olvidar las excelentes relaciones entre este grupo de la Guardia Civil con el Grupo de Atracos de la Policía Nacional al mando del entonces inspector Moreno. Hoy, 30 años después, puedo decir de forma categórica, que me siento enormemente orgulloso de haber pertenecido al grupo de guardias civiles que, al mando del entonces brigada Sebastián Martínez, no escatimó esfuerzos para luchar contra aquella avalancha de jóvenes delincuentes víctimas principalmente de la droga. Se trabajaba sin descanso de día y de noche, domingos y festivos. Para nosotros no había descanso. Trabajábamos sin apenas medios, durmiendo tres o cuatro horas muchos días, y comiendo de bocadillo. La falta de efectivos hacía que tuviésemos que adentrarnos en barrios conflictivos para efectuar detenciones, poniendo en riesgo nuestras vidas. Los componentes de aquel grupo de guardias civiles eran polivalentes.

Desde que recibían la comunicación a través del Centro Operativo de Servicios (COS), de la comisión de un delito, hasta el traslado del presunto delincuente a prisión como imputado en aquel hecho, todo pasaba por ellos: inspecciones oculares, procedimientos a seguir, reunión de pruebas, tareas de investigación, gestiones sobre hechos imputables, declaraciones de posibles testigos, detenciones y traslado a los calabozos, ruedas de reconocimiento, interrogatorios, instrucción de diligencias, etc. Es difícil imaginar, después de realizar algo tan importante, lo feliz y relajado que uno puede llegar a sentirse. Es tan inmensa la paz interior de la que llegas a gozar en ese momento por el deber cumplido, que da la sensación de que Dios te ha dotado de un algo especial para realizar una misión tan encomiable.

En la Guardia Civil, profesión que debe elegirse por vocación y voluntad de servir al ciudadano, sea cual sea el lugar que ocupe en la sociedad, no resulta difícil si se quiere, realizar cosas importantes. Lástima que a veces, como casualmente ocurría en las mismas fechas de los episodios narrados, mientras unos guardias civiles, sin medios ni recursos, realizaban esa labor para la que fueron elegidos y formados, otros como Roldán y su entorno, “chorizos” y sinvergüenzas en la Dirección General del Cuerpo, denigraban y manchaban el buen nombre de la institución. Con el dinero de los españoles se condecoraban con fruición, concediéndose medallas pensionadas vitalicias, sin haber puesto jamás en riesgo sus vidas, y se enriquecían con partidas presupuestarias que debían dirigirse a mejorar las condiciones de vida de los guardias. Malgastaban el dinero destinado al aumento de medios y recursos en juergas con prostitutas y conductas inmorales, mientras en las zonas rurales guardias civiles, como los pertenecientes a este Grupo Operativo, cumplían su abnegada misión, y trabajaban sin descanso a base de pura fe y de patriotismo.

No me parecería justo finalizar este pequeño relato sin traer a colación las palabras del Duque de Ahumada a la primera promoción de guardias civiles: “Las leyes tenemos que conocerlas bien para aplicarlas con flexibilidad, la letra sólo no basta y la rutina menos. Con criterios justos, evangélicos y cristianos y nacionales, debemos utilizar bien la cabeza, pero, siempre debe ir unido a lo que nos dicte el corazón”.

Sobre el autor

Javier Martínez Fernández nació en Granada, aunque reside en Valencia desde que tenía ocho años. Hijo de padres jienenses (naturales de Beas de Segura), también vivió en Almuñécar, Pilar de la Horadada y Elche. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, redactor del periódico Las Provincias desde 1989 y colaborador de varios programas de televisión y radio. Es un apasionado de su profesión pero a veces se queja de que le toca bailar con la más fea: la crónica negra. Desde que se especializó en la crónica de sucesos, ha participado en tres seminarios de la Universidad CEU Cardenal Herrera (como ponente y organizador) sobre el periodismo de sucesos, es coautor de cuatro libros de formación para policías y guardias civiles, fue profesor del Máster de Periodismo de Las Provincias-CEU Universidad Cardenal Herrera y conferenciante en el Coloquio Internacional para una Comunicación Libre de Violencia celebrado en México en 2010. El autor de este blog ha intervenido también en numerosos programas de televisión y radio ('Horizonte', 'Espejo Público', 'Más vale tarde', 'Cuarto Milenio', 'Equipo de Investigación', 'Bona vesprada', 'Informe DEC', 'Sabor a ti', 'Esta noche cruzamos el Mississipi', 'Milenio 3', 'Abierto a Mediodía' y 'El rastro del crimen') y publicó 30 reportajes en la revista especializada 'Así son las cosas' entre 2003 y 2007.


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