Dicen que cuando hay hambre a uno hasta se le nubla el entendimiento… Hace 25 años, dos ladrones, que no debían contarse entre los más profesionales, decidieron asaltar un céntrico hotel de Valencia. Forzaron una de las ventanas de la parte posterior, pero fueron sorprendidos por uno de los empleados. Los cacos, desde el callejón, comenzaron una especie de «negociación» con el trabajador, que asombrado los contemplaba desde el interior. «Si nos dan dos bocadillos, nos vamos», le espetaron. Pero muy convincentes no debieron resultar porque el hombre decidió llamar a la policía. Cuando llegaron los agentes, no quedaba ni rastro de ellos.
Bastante imaginativos si resultaban los delincuentes de 1985. A otro que robaba de madrugada en una peletería lo pilló un ciudadano que se paró a contemplar el escaparate de la tienda en busca de unos guantes de piel. El transeúnte, con gran sorpresa, vio cómo «se movía» un maniquí y raudo dio aviso a la policía.
Estos dos casos singulares fueron publicados en las páginas de sucesos de LAS PROVINCIAS hace 25 años. Esta semana, la crónica negra ha sido más cruel: una joven fue violada a la salida de un pub de Juan Llorens, un vecino del barrio valenciano de Malilla apareció en su casa cosido a puñaladas y un traficante circuló a más de 200 kilómetos por hora para huir de la Guardia Civil.