El infortunio y la muerte se dieron la mano en la madrugada del 20 de enero en la plaza del Olmo en Navajas. Un hombre de 45 años, José Enrique Valero Blasco, murió decapitado por un toro embolado que se encaramó a una montaña de leños, el lugar que la víctima había elegido para presenciar el festejo taurino.
Tras cortar la cuerda el hijo del alcalde y soltar el rabo otro aficionado, el astado sólo tardó unos segundos en subir al montón de troncos de la hoguera de San Antonio. Allí había tres hombres. Dos de ellos saltaron y lograron esquivar al animal, pero José Enrique Valero cayó entre los leños y un muro. El hueco parecía una trampa mortal.
El toro de unos 400 kilos de peso aplastó a la víctima. La muerte fue inmediata. La cabeza del hombre quedó separada del tronco. Cómo sucedió la decapitación es algo que tendrá que desvelar la autopsia. Los testigos conjeturaban ayer que el animal pudo haber pisoteado al aficionado cuando su cabeza estaba entre dos troncos. Otros comentaban la posibilidad de que el armazón de hierro que sujeta las bolas de fuego se hubiera enganchado en el cuello del hombre. Las llamaradas y las chispas impidieron una visión clara de lo que había ocurrido.
Pero el cuerpo quedó tendido. Un joven de Segorbe se percató de la terrible escena. El aficionado se desprendió de la sudadera para tapar la parte superior del torso. Su intención no era otra que ocultar el horror. De inmediato, un médico de la empresa Covasa entró en el recinto del festejo taurino. «Cubrió el cadáver con una sábana para que el resto de la gente no pudiera ver el drama», relató una vecino de Navajas.
El trágico suceso tuvo lugar minutos después de las doce de la noche del 20 de enero. Era el primer embolado del toro, de la ganadería de Vicente Machancoses de Picassent, y quizás cabeceó, por este motivo, con más fijación en aquello que ardía en la punta de sus cuernos.
Tras la muerte del aficionado, el toro fue sacado del recinto para que entrara la ambulancia. Muchos de los vecinos se marcharon con los ojos humedecidos. Otros permanecieron en la plaza hasta que llegaron los agentes de la Guardia Civil de Segorbe y el juez de guardia. El cadáver fue trasladado al Instituto de Medicina Legal de Castellón para practicarle la autopsia.
El alcalde de Navajas, José Vicente Torres, se mostró muy impresionado por el suceso. «Soy aficionado a los toros y he recogido y ayudado a gente herida en varias ocasiones, pero jamás había visto algo igual», afirmó la primera autoridad municipal.
Torres explicó que los festejos programados para el fin de semana no se suspendieron porque a las fiestas de San Antonio Abad «acude mucha gente de fuera del municipio». Sin embargo, durante el sábado las banderas municipales lucieron crespones negros, y sobre las dos de la tarde se guardaron cinco minutos de silencio tras otro festejo taurino.
La víctima se desplazó el viernes por la noche a Navajas con un compañero del trabajo y una amiga. José Enrique Valero era soltero y no tenía hijos. Desde hace ocho años residía en la calle Comtes de Parcent en Almàssera, aunque sus padres, su hermana y las mayoría de sus amigos viven en Alboraya. La noticia de su muerte corrió ayer como la pólvora en esta localidad, donde era muy conocido por haber presidido el club de frontenis. Sus padres fueron informados de la tragedia a las cuatro de la madrugada a través de una llamada telefónica.
Pero la muerte de José Enrique podría haberse evitado con una aplicación más severa del reglamento de festejos taurinos, según el sentir de los padres y la hermana del fallecido. «El montón de leña donde murió mi hermano era un obstáculo dentro del recinto», aseveró Mari Carmen Valero con voz compungida.