Los locos de las series no descansamos. Sea cual sea el contexto o situación, encontramos siempre a mano una percha para sacar a colación esto o aquello de ‘Los Soprano’, ‘El Ala Oeste…’, ‘The Wire’ o ‘True Detective’. Los locos de las series caímos narcotizados con Kevin Spacey en su papel del congresista Francis Underwood en ‘House of Cards’. Spacey es un malo malísimo, y un listo listísimo, que representa lo peor del poder en la política, en su capacidad para manipular, joder al prójimo y sacar tajada. Y encima tiene una mujer, Clarise, todavía más perversa y atractivamente demoniaca. Para entendernos, Spacey es a Washington lo que el exconseller Rafa Blasco fue para Alzira: un sujeto admirado por su inteligencia mal empleada. Para entendernos. Y por eso a los locos de las series nos encanta comparar la política doméstica, de andar por casa, con los guiones de la gran ficción. Sin venir a cuento. Porque no cabe semejar unas historias con otras, ni se puede igualar la fuerza de esos grandes personajes de la televisión con el perfil raso que nos va quedando en la política, tanto da valenciana que madrileña o gallega.
No se puede. O quizás sí. Porque frente a las grandes producciones, a veces caemos en perfectos culebrones de narrativa política, menores, como ‘Scandal’. Trata de un presidente norteamericano bastante justito, F. Grant III, manejado como un títere por su señora esposa, también muy malvada, su jefe de gabinete, un perfecto cretino, y el amor de su vida, una especialista en comunicación, crisis y otros fandangos, traumatizada y bipolar al hallarse entre dos aguas, sus amoríos con el presidente y su señor padre, jefe de una agencia secreta (el B6-13), especializada en crímenes de estado, incluyendo el del propio novio de su hija. En fin, un festín oligofrénico, disparatado y para consumo de los bajos instintos visuales. Poder, sangre y sexo.
Pero como los locos de las series nos mantenemos erre que erre, se nos ocurre comparar ‘Scandal’ con el Palau de la Generalitat Valenciana cuando en la Presidencia del Consell ocurren sucedidos propios de ‘Scandal’. O sea, de culebrón. No han sido pocos, pero se lleva la palma sin duda el jefe de seguridad del Presidente Fabra, que como si fuera un agente del B6-13 fue capaz de detener y llevarse a comisaría al principal asesor del vicepresidente Císcar para interrogarle y presionarle, acusándole de delitos de espionaje y filtración de documentos oficiales, con expresiones tan cinematográficas como “si mientes, hoy no sales de aquí… quizás duermas en el calabozo esta noche, depende de ti, la gente se ablanda en el calabozo… hace meses llevabas el pelo corto, otra prueba más en tu contra… si colaboras, podría limpiar tu nombre… también Bárcenas decía que era inocente… con una sola llamada te quedas sin trabajo”. No se conoce aún la manera y los enredeos por los que el exjefe de Seguridad de Fabra llegó a confundir el Palau con un plató de televisión, pero lo va a pagar caro en la vida real.