El cine siempre se ha nutrido de la literatura con mayor o meno acierto. Un debate que siempre está presente es si la adaptación a la pantalla es mejor que el original escritos. Pero se trata de dos expresiones del arte con lenguajes y formas de expresión propias por lo que no es fácil una comparación. En cualquier caso, grandes obras literarias han dado lugar a horribles producciones cinematográficas y también a auténticas obras maestras. Y al contrario, pobres relatos han sido la base de soberbios trabajos cinematográficos. La experiencia de escribir un libro a partir de una película ha sido casi siempre negativa, salvo casos contados como ‘El tercer hombre‘ de Graham Greene. Estos son sólo algunos ejemplos de obras maestras del cine surgidas de pequeñas o grandes obras de la literatura universal.
Nadie duda de que ‘El Padrino‘ (tanto la primera como la segunda parte, 1972 y 1974) son obras maestras del cine mientras que el libro de Mario Puzo no se encuentra entre las mejores producciones literarias, aunque en su género introdujo numerosas innovaciones. La obra de Puzo fuera un best seller pero es sin duda las películas de Francis Ford Coppola las que le han abierto las puertas a la inmortalidad. Prueba de ello es que cualquiera que lea la novela no puede dejar de imaginarse a Vito Corleone como Marlon Brando, que borda el papel del don. Genial el montaje paralelo final de la primera parte tantas veces imitado.
‘El gatopardo‘ (1963) de Luchino Visconti contribuyó a inmortalizar el relato homónimo de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, una de las mejores novelas históricas jamás escrita. Tanto el libro como la película son dos obras maestras en su género. Burt Lancaster, Claudia Cardinale y Alain Delon bordan sus papeles en una película con una cuidada ambientación y sublime caracterización psicológica de los personajes. La escena del vals entre Lancaster y Cardinale refleja a la perfección la alianza entre la nobleza en declive y la burguesía en alza, lo que el Príncipe Salina (Lancaster) resume como: “Todo cambia para que todo siga igual”.
El rodaje de ‘El señor de los Anillos. La comunidad del anillo‘ (2001); ‘El señor de los anillos. Las dos torres‘ (2002) y ‘El señor de los anillos. El retorno del rey‘ (2003) fue un empeño personal de Peter Jackson. Aunque no alcanza la categoría de obra maestra (el ritmo decae en numerosas ocasiones) se trata de una adaptación muy cuidada, espectacular, que recoge perfectamente el espíritu de la trilogía de Tolkien con una gran fuerza visual. La tercera parte se llevó once Oscar, entre ellos el de mejor película y mejor director. Muy emocionante es la llegada de los guerreros de Rohan a Minas Tirith para luchar contra Sauron.
Harper Lee publicó en 1960 ‘Matar un ruiseñor‘, un auténtico hito editorial. Robert Mulligan se encargó de la adaptación cinematográfica con el mismo título: ‘Matar a un ruiseñor‘ (1962). Sin duda uno de los mayores aciertos de la película es la identificación entre el protagonista, Atticus Finch, y el actor que lo interpreta, Gregory Peck de forma que parece imposible que hubiera otro intérprete capaz de asumir el papel. Los problemas raciales en el sur de EE UU vistos desde los ojos de una niña han creado un clásico del cine con algunas escenas sublimes como la salida de Atticus de la sala del juicio. Una película llena de delicadeza y sensibilidad sin caer en ningún momento en la sensiblería.
‘El silencio de los corderos‘ (1991) es una magistral adaptación de la novela homónima de Thomas Harris. Probablemente nos encontremos ante el mejor thriller rodado en los años 90. La interpretación de Jodie Foster de la agente Clarice Starling, una de las mejores caracterizaciones de la actriz, consiguió el Oscar. A Foster le da perfecta réplica Anthony Hopkins en el papel del Doctor Hannibal Lecter. La ausencia en ‘Hannibal‘ (2001), su mediocre secuela, evidencia su decisiva aportación de la película. La producción consiguió los cinco premios de la Academia más codiciados (película, director, actor, actriz y guión adaptado). Los giros del guión logran mantener el suspense durante toda la cinta. Espectacular el ritmo y montaje de la escena de Starling persiguiendo al asesino en la oscuridad.
El danés Gabriel Axel, recientemente fallecido, se llevó el Oscar a la mejor película en lengua no inglesa por la primorosa ‘El festín de Babette‘ (1987), adaptación de un cuento de Isak Dinesen (autora también de la más conocida ‘Memorias de África‘ (1985)). La historia refleja las diferencias entre la mentalidad protestante, caracterizada por su austeridad basada en el desprecio a las cosas terrenas frente a la católica del saber gozar reflejada en la cocinera francesa magníficamente interpretada por Stéphane Audran. Toda la película es conducida a la meritoria escena final que intenta dejar claro la necesidad de encontrar un equilibrio entre la devoción y el placer.
Raymond Chandler fue uno de los maestros del género negro y guionista en Hollywood. Una de sus mejores obras permitió rodar ‘El sueño eterno‘ (1946), una de las mejores películas del género que nos permite contemplar casi hipnotizados el magnetismo que desprenden Humphrey Bogart y Lauren Bacall en la pantalla y que se puede disfrutar especialmente en esta película. Mención aparte merecen los diálogos chispeantes y continuos doble sentidos. Brillante el diálogo entre Bacall y Bogart.
William Shakespeare es uno de los autores con mayor número de adaptaciones al cine, unas con más suerte que otras. La versión de ‘Enrique V‘ (1989) de Kenneth Branagh se encuentra entre las mejores, con permiso de la realizada por Lawrence Olivier en 1944. Branagh es un enamorado del autor inglés, como demuestra en ‘Hamlet‘ (1996), ‘Mucho ruido y pocas nueces‘ (1993) o en la deliciosa ‘En lo más crudo del crudo invierno‘ (1995). Pero se luce especialmente con ‘Enrique V‘, su debut como director como en su momento Olivier, en la que cuaja una gran interpretación además de crear una visión muy personal con momentos de gran intensidad dramática. El plano secuencia en travelling del campo de batalla cantando el ‘Non nobis Domine’, pasará a la historia del cine, pero es la escena del discurso de San Crispín el momento más emocionante de la película.
‘Sentido y Sensibilidad‘ (1995) es un empeño personal de Emma Thompson (también escribió el guión a partir de la novela de Jane Austen) que atravesaba por entonces uno de sus mejores momentos profesionales (había ganado el Oscar por ‘Regreso a Howards End‘ (1992) y al año siguiente la nominación por actriz principal y secundaria en ‘Lo que queda del día‘ (1993) y ‘En el nombre del padre‘ (1993), respectivamente. Thompson consiguió que el taiwanés Ang Lee, que acababa de recibir los primeros reconocimientos internacionales, se encargara de la dirección. Una Kate Winslet anterior a ‘Titanic‘ (1997) brilla a gran altura y da perfectamente la réplica a Thompson. Es una gran adaptación donde destaca el talento narrativo de Lee y la evolución psicológica de unos personajes arrebatados por la pasión y perfectamente definidos. La siguiente escena protagonizada por Kate Winslet es un claro ejemplo.
Si hay una película épica, en todos los sentidos del término, es ‘Lo que el viento se llevó‘ (1939). Es la adaptación del best seller del mismo título de Margaret Mitchell que narra una historia épica. Como no podía ser de otra manera su rodaje se convirtió en una auténtica epopeya. Cuatro directores, sin contar la intervención del productor David O’Selznikc que se encargó personalmente de dirigir algunas escenas, la duración del rodaje sobrepasando todo tipo de plazos, la elección de la actriz para interpretar a Scarlett (se empezó a rodar sin tener protagonista), las continuas revisiones del guión y la amplia superación del presupuesto son sólo algunos de los obstáculos que tuvo que superar. El resultado fue una obra maestra. La elección del casting fue especialmente decisiva. Desde que salió la novela nadie dudaba de que Clark Gable tenía que ser Rhett Butler. El problema vino en la búsqueda de la intérprete de Scarlett O’Hara. Tenía que ser una actriz que pudiera dar la réplica a Gable y además soportar gran parte del peso de la película. Vivien Leigh fue la elegida casi por casualidad, pero fue una de las decisiones más acertadas de la historia del cine.