La política norteamericana ha nutrido de argumentos al mundo del cine, la televisión y la literatura. ‘El escándalo de Ted Kennedy’ ahonda en esta temática además de ofrecernos una nueva vuelta de tuerca a la leyenda de la ‘dinastía’ americana por excelencia.
“Con Bobby (Kennedy), la política era algo más que política. Era servicio público”. Esta frase de Mary Jo Kopechne, interpretada por una convincente Kate Mara, define la intención de esta y otras muchas películas de temática similar. El político es un servidor del pueblo y cuando lo olvida, cegado por la ambición, el ansia de poder, la codicia o cualquiera otra de las bajas pasiones, inicia una espiral que lleva al desastre.
El film de John Curran se une así a la tradición de películas de corte político que ha producido obras de tanta calidad como ‘El mejor hombre‘, ‘Tempestad sobre Washington‘ o, incluso, la más reciente ‘Lincoln‘. A partir del incidente de Chappaquiddick, que enterró las posibilidades del senador Ted Kennedy de alcanzar la presidencia de los Estados Unidos, reflexiona sobre la necesidad de la integridad y de unos ideales elevados, la conocida como ‘bruja moral de los Kennedy’, a la que se refieren en varios momentos de la película, para dedicarse a la política.
La acción se desarrolla a lo largo de una semana de julio de 1969. El senador Ted Kennedy reúne en la isla de Chappaquidick a las secretarias que colaboraron en la campaña presidencial de su hermano Bobby, asesinado un año antes. Durante la cena, Ted, muy bien caracterizado, incluso físicamente, por Jason Clarke, y Mary Jo salen en coche para discutir una oferta de trabajo. El coche se despeña por un puente y cae al mar. El senador consigue salir vivo, pero abandona la escena y Mary Jo muere ahogada. Se desata el escándalo. La mayor parte de la película se centra en analizar el comportamiento del menor de los hermanos Kennedy tras el desastre y en los intentos de sus asesores por contener los efectos.
Ted Kennedy aparece como un hombre lleno de dudas que vive a la sombra de sus hermanos. Los hechos ocurren durante el viaje del Apolo XI a la luna, una promesa cumplida de Jack, con lo que se pretende enfatizar la distancia entre los Kennedy. Frente a al antiguo presidente y su hermano Bob, Ted se muestra como un personaje lleno de dudas, dubitativo y sin el carisma y fuerza de ellos, sin objetivos propios. “A veces, el camino que recorremos no es el que elegimos”, llega a decir.
Las tres escenas en las que aparece el padre, Joe Kennedy, soberbiamente interpretado por Bruce Dern, son lo mejor de la película. Curran dibuja a un patriarca inmisericorde obsesionado con que sus hijos fueran grandes y marca en todos los sentidos la actuación de Ted, permanentemente entregado a no defraudarle aún a costa de sus propios deseos.
Se despliegan tres escenarios. La posición de Ted Kennedy, lleno de dudas y vacilaciones entre hacer lo correcto o evitar sus responsabilidades y asegurar su carrera política. El grupo de asesores (entre los que destacan Ted Sorensen, consejero del presidente Kennedy y redactor de sus mejores discursos, y Robert NcNamara, antiguo secretario de Defensa) trata de encubrir la verdad para asegurar el futuro del senador. Joe Grogan encarna la defensa de la honestidad. El espectador tiene que decidir por quien se inclina. Pero no es difícil imaginar quienes son los que triunfan.
La película retrata hasta que punto están dispuestas algunas personas para conseguir sus objetivos. Su mensaje trasciende la historia que desarrolla y está de plena actualidad en un momento en el que parece que todo todo vale para mantenerse en el poder (basta ver el ejemplo de los últimos presidentes del Gobierno españoles) o donde la ausencia de principios en el mundo de la política está a la orden del día.
Curran evita caer en los temas más escabrosos más sensacionalistas y escabrosos a los que da pie la historia para construir con ritmo tranquilo una historia que profundiza sobre el poder y en la que reivindica otra forma de hacer política.