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Majo

Una mamá en acción

¿Dulce? Espera

Una reflexión con “humor embarazado”

Yo personalmente no me siento muy feminista. No entiendo muy bien el concepto porque me siento igual de válida que cualquier hombre y siendo así, nos deberíamos tratar igual y no promover diferencias, aunque sean positivas.

Pero hoy no sé si romper aguas o una lanza por las mujeres, así que voy a reivindicar que se nos reconozca como el sexo fuerte. ¿Quién se inventó lo del sexo débil? ¡Qué me lo diga a la cara! Y más ahora, sobrehormonada, a sólo pocos días de dar a luz. Porque esta vez voy a dar a luz, ¿eh? Me niego a una segunda cesárea aunque tenga que empujar como los trabajadores del metro de Tokio y es que estar embarazada no es un camino de rosas.

Desde que el Predictor (que está ahora “superout”, Clearblue es moda), te sale positivo, empiezas a hiperventilar y ya no dejas de hacerlo hasta… pues no sé, a mi todavía me está pasando. Al principio por el shock. Sí. Emoción, ilusión, alegría… Pero shock e hiperventilación, al fin y al cabo.

Durante el primer trimestre y hasta que notamos a nuestro bebé, seguimos hiperventilando cada vez que vamos al baño y miramos el papelito por si hay alguna sombra traicionera. Las visitas al gine parece que no llegan nunca: ¡tú te harías una ecografía diaria! Esas ansías vivas de saber, te hacen leer todos los blogs de embarazo, intentando conocer como estará tu “legumbre” cada semana. Ahora es una lenteja, ahora una garbanzo, ¡ay, ay, qué ya es habichuela!

Recordatorio: evitar leer los comentarios de las lectoras sino quieres entrar en pánico. Recordatorio 2: llevar siempre algo de picar en el bolso. Valen desde rosquilletas a una barra de pan de cuarto por si te viene la angustia (no vayas a vomitar por la calle, en el bus, o en tu trabajo donde seguramente todavía no lo saben, lo cual añade más “emoción” al asunto).

En el segundo trimestre te ves (y con razón?) un pelín desmejorada, por no decir horrible. Has perdido la cintura, se te ensancha la cadera y tienes una barriga cervecera que no hay por dónde cogerte.

– “¿Estás embarazada”?

– “Síiii…”, afirmas ilusionada mientras te estiras el vestido hacia abajo intentando mostrar la incipiente barriguita.

– “Ay, no quería preguntar por si metía la pata y es que te veía más gordita…”

¡Qué maja! ¿Verdad? Y tú te quedas con tu sonrisa falsa de selfie y te la imaginas en el programa ese donde tienen que sobrevivir en la selva y piensas “así tardes 3 días en encontrar alimento, verás que tipazo se te queda”.

Y llega el tercer trimestre… Ahí ya no hay duda: pasas a modo “ballena varada” cuando la actividades más cotidianas se convierten en misión imposible.

¿Darse la vuelta en la cama? ¡Un espectáculo! De terror…. Con tu almohada entre las piernas, girando lentamente, intentado no pasar mucho por la fase “boca arriba”, no sea que tu propio peso te aplaste y no lo cuentes. Entonces te viene el calambre y te quedas tiesa, no puedes moverte y pasas al “modo cucaracha”, braceando para que se te pase y suplicando que alguien llame a “Línea Directa” y ¡te envíen una grúa!

¡Qué cosa tan “bonita”! Y sobretodo, que visión tan sexy para tu pareja, que si te sigue mirando con ojos de amor, ¡ten por seguro que es verdadero!

Y así, entre una cosa buena y otra mejor, se te van pasando los meses… ¡Porque son meses, señores y largos! Todo el mundo conoce los “años luz” pero sólo las embarazadas conocemos los “meses de preñamiento”. Si la percepción de tiempo es relativa, un mes de embarazo es muuuucho más largo que uno normal. Si Einstein hubiera sido mujer, hubiera podido desarrollar una gran teoría al respecto.

Y luego va alguien te dice: “Ay… ¡Qué bonito! Mi embarazo fue el mejor momento de mi vida”. Y tú piensas: “Pues hija, no quisiera que esto se alargara más de lo necesario ¡y eso que mi vida tampoco es de cuento!”

Estar embarazada es una experiencia maravillosa. Sentir las pataditas es un regalo (generalmente) y soy consciente de que somos privilegiadas por ello, pero no nos vamos a engañar: físicamente nos deja hechas polvo por dentro y por fuera. Y eso, inevitablemente, también puede afectar a nuestra salud mental, de la que muchas veces aún es más difícil recuperarse.

Hoy, buscando en un bolso, me he encontrado una foto de carnet que me hice pocas semanas antes de embarazarme y he pensado: “Uy, pues yo no estaba tan mal antes, ¿no?”. Y me he dado cuenta de que mi estado es un estado temporal, que en breve pasará y no es fácil ni probable que vuelva a ocurrir, así que he decidido dejar de lamentarme, disfrutar los últimos días, intentaré hacerme fotos este fin de semana para tener algún recuerdo porque en unos días, cuando haya pasado todo, seguro que echo de menos sentirme como ahora me siento.

Y aunque entonces pueda comérmelo a besos, sé que a partir de ahí el tiempo pasará volando y que en dos días irá correteando por el mundo.

Disfrutemos de todo, queridas amigas. De lo bueno y de lo menos bueno, porque todo es parte de ser mamá y si podemos contarlo, ¡es que todo va genial! ¡Estamos vivas y damos vida! Desde esa perspectiva todo lo malo pasa a un plano secundario.

Y vosotras, ¿qué es lo que peor o mejor recordáis de vuestro embarazo? ¡Desahogaos! ¡Qué creo que nos entendemos! Jejeje.

¡Buen fin de semana!

 

PD: Borji, te estamos esperando con mucha ilusión.

PD2: Borji, está en camino! Se ve que pilló la indirecta de su madre… 😉

 

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Sobre el autor

Trabajo, concilio, emprendo y aprendo de 09.00 a 16.00. A partir de esa hora, INTENTO ser exclusivamente, MAMÁ. Bienvenidos a mi pequeño espacio de reflexión sobre anécdotas de la maternidad en el que, seguro, compartimos muchas cosas.


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