Pues no pudo ser.. Si el último post me proponía dar a luz sí o sí, aunque tuviera que empujar como si no hubiera mañana, parece que la madre naturaleza no me ha hecho para ese menester porque tuvimos que acabar en cesárea. ¿Qué se le va a hacer?. Lo importante es que el bebé viniera bien y de eso se encargó perfectamente mi ginecólogo y mi matrona, quienes además, convirtieron una cesárea (y todas las horas previas de espera) en el momento más mágico que pudiera imaginar. No tengo palabras para contaros cómo fue, por eso, leedlo de primera mano y sabréis por qué os lo digo:
Sala de dilatación, 17 horas después de haber roto aguas y sin haber dilatado ni un solo centímetro.
En esas que el abuelo del bebé que iba a nacer se me acerca para darme un beso y transmitirme ánimos antes de entrar en quirófano, cuando Antón (mi ginecólogo), sabiendo que el abuelo es médico, le dice:
Y así, con la emoción de que el abuelo iba a presenciar el “parto” en primera fila, nos metimos en quirófano.
La escena era como del belén:
El padre del bebé situado a mi izquierda, cogiéndome la mano (gracias, por ser un valiente, estar a mi lado y no perderte ni un minuto).
Yo pidiéndole al anestesista algún tipo de droga que me bajara un poquito los nervios, porque dolores no tuve ni uno, pero yo iba de intrépida y la realidad es que el corazón se me salía por la boca (o el niño, ya no lo tenía claro, con tantos nervios!)
Y delante, Carmen Rubio (la mejor matrona del mundo), ayudantes, mi gine.. ¡y el abuelo!
El anestesista se portó genial y me inyectó algo que me dejó relajadísima y pude disfrutar en todo momento del acontecimiento que iba a ocurrir en breves momentos y que ni yo ni el padre del bebé podíamos esperar. Tras varios minutos de trabajo, escucho como mi ginecólogo me dice:
En ese momento miré al abuelo y aun con la careta y el gorro pude adivinar como se emocionaba. Pero no penséis que ahí fue todo tan idílico.. porque lo primero que yo pensé (pero no dije) fue:
Antón me miró y supe que si Antón confiaba en él: ¡yo también! Me volví a relajar y pude ver como el padre de la criatura no perdía detalle del momento con el móvil..
Cuando quise darme cuenta, vi al abuelo sostener a su nuevo nieto en el aire mientras todo el equipo le felicitaba.. No sé si a él, si al padre, si a mi, si al gine porque todo había salido bien.. la cuestión es que estaba todo el mundo feliz y de repente yo no podía parar de llorar.
Y es que, si en algún momento, dejarte en manos de alguien y confiar al 100% lo es todo, uno de esos momentos es, sin duda, el de dar a luz. Hoy, mi post es de agradecimiento sincero para dos profesionales de los mejores que podréis encontrar, porque no sólo lograron convertir los momentos de ansiedad en calma, sino porque durante todo el embarazo, he tenido la confianza y la cercanía de poder preguntar y acudir con cada duda: ¡¡GRACIAS, ANTÓN!! ¡¡GRACIAS, CARMEN!! Por ser inmejorables en vuestro trabajo, pero ser mejores personas todavía. Que suerte la mía de poder contar con vosotros en los momentos más importantes de la vida.
Gracias a ellos dos (y a ¡D. Antonio! Que no sólo me trajo a mi al mundo, sino que estuvo también presente en la venida al mundo de mis dos peques), recordaré toda la vida, como si fuera este mismo momento, cada minuto de la llegada al mundo de mis 2 hijos.
Y vosotras, ¿qué es lo que con más cariño recordáis de vuestro parto?
Un abrazo y hasta el próximo viernes, súper mamás.
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