Estoy marcada. He quedado marcada. Para siempre.
La E de esperanza será mi letra para toda mi vida.
A veces las pequeñas cosas abren en canal nuestra existencia. Un renacuajo que te permite apreciar lo que de verdad importa, que te hace pensar, que te hace sentir. Un desconocido que consigue hacer de la rabia al saber lo que han hecho con él una sonrisa perenne. Te hace ver las cosas que sobran y que pese a los resbalones la lucha tiene un sentido.
La E de ejemplo. De cómo ni una cama como morada ni unas vendas como equipaje borran esa cara rabiosamente viva. Y allí llego yo cada día para cambiar mi sueño por sueños. Los tuyos y los míos. Los de una mamá en acción que se imagina un futuro feliz, sano, alegre y amoroso para este pequeñito de imaginación desbordante y los de ese dibujante que saca un paraguas para protegerse de la borrasca. Así lo reflejaba en uno de los dibujos que me regaló. Él y yo, nos ha salido ligón ;), bajo un sol radiante aunque a la vez cayendo un agua tremenda. Una metáfora de su vida. Pero bien resguardados para unir nuestras manos. Porque aunque viaje lejos a un nuevo mundo feliz, jamás podré olvidarme de él. Todo un zalamero que ha sabido ganarme. Que pintaba en mis manos todas sus muestras de amor. Y fueron muchas.
La E de educación. La que la treintena de mamis nos hemos esforzado en transmitir, cada una de una manera, cada una con sus armas, pero todas con el único objetivo de que ese pequeño fuera creciendo por dentro mientras decrecían los centímetros cuadrados de vendas.
La E de edificar, de volver a crear ese cuerpo magullado. Con una mano apretaba la suya y con la otra le rascaba. Esa expresión de alivio (también a veces picarona) consolaba cualquier efecto secundario por mi dichosa alergia.
La E de efusivamente. Así han sido nuestros ratitos. Una mezcla de ternura, de afecto, de pasión y de cariño. Y risas, desbordantes.
La E de ECHARTE DE MENOS. Con mayúsculas.
La E de tu nombre, pequeño “E”.
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