Esa soy yo. Así me siento. Todos los días. Con todas mis condecoraciones.
No, no son de oro ni oficiales, son medallones en la camisa, de diferentes tamaños, pero hay una que supera siempre a las demás: la del hombro izquierdo. ¡Esa es fija, a diario y la más grande!
Te levantas dos horas antes que el resto de la manada (bueno, te pones el despertador, porque remoloneando te levantas sólo 30 minutos antes), te duchas corriendo, te vistes corriendo y tras la maratón de desayunos, uniformes, baberos y faldas de antojo del día de la talla 4 años, con el padre presionando para salir desde la puerta de la calle y el ascensor en tu planta, piensas: “Me pongo ya la camisa, que ya salimos y ahora él ya está en el carro”. ¡¡¡ERROR!!! A los 3 minutos lo vas a coger para meterlo en la silla del coche y entonces llegará el momento de la condecoración: Porque te lo mereces, porque no hay distinción más prestigiosa, pero sobretodo, porque eres madre (¡o padre!), no te librarás de la mancha de baba, del excedente de leche o del moquete de las 08.35 que tenía que salir en ese mismo momento. Ya estás condecorada para todo el día y da igual si la camisa es del material que te de la gana, tú llevarás la medalla hasta que llegues de nuevo a casa y te cambies.
Pero claro, la cosa no acaba ahí. Lo tendrás que sacar de nuevo para dejarlo en el cole, le querrás dar un apretujón antes de soltárselo a su profe y lo volverás a apretar cuando vuelvas a buscarlo, así que para las 17.00h, más o menos, ya has pasado de ser Coronel a las 09.00h, a Capitana General a las 17.00h.
Asumámoslo, madres del mundo, y en las reuniones de trabajo luzcamos orgullosas nuestras condecoraciones o llevemos siempre en el bolso una muda de recambio, ¡que nos hace más falta a nosotras que a ellos!
Buen fin de semana, “señoras”. ¡“Maaarchen”! 😉
Majo
Una mamá en acción.