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Una mamá en acción

Récord mundial en “15kg niña con tacón”

Siempre he desempeñado mi labor profesional en puestos de trabajo de más o menos responsabilidad. Desde antes de convertirme en madre, las reuniones diarias con personas o entidades de relevancia en el ámbito empresarial hacían que tuviera que vestir bastante formal. El tacón se imponía siempre, bien con vestidos, bien con pitillos, pero me acostumbré a ir maquillada a diario y hacer kilómetros subida en mis tacones. Por supuesto cada look tenía su bolso (cuánto tiempo libre..) y vivir y trabajar en la ciudad era  para mí un privilegio porque me permitía poder ir andando de un sitio a otro, sin utilizar vehículo alguno. Todavía recuerdo las mañanas de invierno, cuando salía de casa tempranísimo, estaba amaneciendo y el viento frío de la mañana me activaba y me ponía en marcha. Los 15 minutos andando hasta llegar a la oficina eran como mi momento de meditación del día. A veces creía que había llegado en tiempo récord sin correr y era porque recorría el camino tan ensimismada en mis propios pensamientos que no me daba cuenta de que había llegado a la puerta. Andar desde casa a la oficina, cruzando la Gran Vía, disfrutando de la magnífica luz que tenemos en nuestra ciudad, viendo cómo cambiaban los árboles durante el año… No había motivo por el que no llegara motivada cada día a mi puesto de trabajo, y si algún día, por algún motivo, estaba de bajón, con elegir el rojo de labios más intenso, a las 08.00 am, todo cambiaba y volvía a mi estado anímico original.

Casi lo mismo que me pasa ahora: ¿Tacón, maquillaje, andar…? ¿Has dicho labios rojos? ¡JA! Niña + mochila + bebé + carrito + tacón + maquillaje = DESASTRE. Entonces, sales por la mañana de casa e intentas seguir tu estilo y no dejar que el look madre trasnochada se apodere de tu aspecto. Tú te empeñas en calzarte los tacones y no renunciar al rímel ni el rojo carmín, y piensas “Bueno, hoy la niña tiene ballet, sale más tarde y tengo más tiempo para recoger al bebé. Hoy no correremos, que tenemos media hora más de margen: subámonos a los tacones, que estos tienen algo de plataforma y son más cómodos”. Y allá que salimos en estampida:

– ¡Corre, llama el ascensor, que yo voy cogiendo el bolso!

– ¡Sacad el carro, que yo voy saliendo! (mientras me pinto los labios a escondidas para que Adela no quiera que se los pinte a ella también)

Nos embutimos los 4, el carro, el bolso de cada uno, el ordenador, el patín… y allá que bajamos. Lo que tardas en descender 6 pisos ya empiezas a notar que te has equivocado y que la ilusión de “hoy no correremos” es totalmente surrealista. De camino al coche intentas no coger al bebé en brazos para que no te arrugue el vestido, pero a la hora de meterlo en el coche el niño te mete el dedo en el ojo, te empieza a llorar el ojo y el rímel ya se ha corrido. Le das un beso, porque sabes que te bajarás del coche casi en marcha y esa es tu despedida de hoy, y recuerdas que te has pintado los labios cuando ves manchada de carmín su capota. “No pasa nada”, piensas mientras intentas seguir. Llegamos al cole, sacas a la de 14 kilos e intentas cruzar con ella en brazos por no llegar hasta el final de la calle que está el paso de cebra y ahí, si lo consigues sin hacerte un esguince puedes considerarte campeona mundial de “15 kg niña con tacón” (ríete tú de los 100 metros valla). Y todo eso, ¡sin haber llegado siquiera a la oficina! Todavía no son las 09.00 am y tú ya estás agotada. Pero el día no ha hecho más que empezar y ¡es mejor que no pienses en la vuelta!

Salir de trabajar, recoger a los niños e intentar llegar a casa puede convertirse en todo un triatlón. Que si niña, que si patín, que si no te olvides la merienda, que si llevas el potito de fruta para el niño, no te olvides de coger un babero, que si “¿nos quedamos un rato a jugar, mami?, ¿porfa, porfa, porfa, porfaaaa..?”, que si “empújame en el columpio”, y todo eso con los tacones desde las 08.00 de la mañana y los restos de maquillaje que te puedan quedar. Con lo que a mí me gustaba andar antes y ahora mataría porque el señor de la EMT me recogiera en la misma puerta de la clase del kínder. Cuando entras en casa, con suerte antes de las 18.00h, vas directa al baño a lavar manos a la gente y te miras en el espejo. Lo primero que piensas es: “Mañana me pongo plana y yo creo que con un poco de maquillaje y mucho iluminador, SOBRA”.

Y es que hay una etapa de nuestra vida en la que el papel de madre se impone de lejos al de mujer. Me guste o no, a mí, en el MUJER VS MADRE, me está ganando la “Madre” por goleada y el peligro de esto es que nos olvidemos en algún momento que sobretodo somos MUJER, y por agotadas que estemos, encontremos el hueco para seguir cuidándonos. ¡Que no nos roben la autoestima, señoras! Que estamos agotadas y vamos desaliñadas pero cuando dejamos el modo madre y entramos en modo mujer, tenemos peligro y mucho! ¡Disfrutad del fin de semana, chicas! Y encontrad un hueco  para cenar con vuestro hombre y/o reiros con vuestras amigas.

 

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Sobre el autor

Trabajo, concilio, emprendo y aprendo de 09.00 a 16.00. A partir de esa hora, INTENTO ser exclusivamente, MAMÁ. Bienvenidos a mi pequeño espacio de reflexión sobre anécdotas de la maternidad en el que, seguro, compartimos muchas cosas.


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