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Majo

Una mamá en acción

Una habitación con vistas..

 

Son las 02:48 de la madrugada. Estamos a oscuras, sólo una tenue luz queda siempre encendida para poder verle la carita en cualquier momento. Aunque son horas de silencio absoluto, en un hospital nunca hay calma, sea la hora que sea, y menos en una planta de hospitalización infantil. Nuestro peque ahora duerme. Lleva 10 minutos tranquilo y creo que de esta dormirá un ratito. Acabamos de terminar una pequeña crisis de tensión por las molestias, pero el calmante en el gotero empieza a surtir efecto. Aunque parece relajado, tiene sobresaltos dormido y de manera inconsciente, con los ojos cerrados, se pone a llorar. Coge mi mano fuerte y habla en sueños. Ahora la que no puede dormir soy yo. No quiero mirarle a él todo el tiempo, por miedo a despertarle, así que me separo poco a poco y me apoyo en la pared, mirando por la ventana, intentando cambiar el paisaje y me doy cuenta de que las vistas no dan a la calle, sino a una planta interna de La Fe. Es la segunda vez que paso aquí una tarde o una noche y aún no había mirado por la ventana. Este peque nos tiene a todas embelesadas.

Estoy rendida, así que me tumbo en el sofá e intento aprovechar y dormir el ratito que él descanse, pensando en que mañana me moriré de sueño en la oficina, pero al cerrar los ojos me vienen tantas cosas a la mente que no puedo descansar, así que cojo el ordenador y decido desahogarme con mis notas.

Pienso en mis hijos. En la suerte que tienen de estar calentitos, durmiendo en sus camitas pequeñas, tan acogedoras, con la seguridad de que si se despiertan con miedo papá estará ahí para tumbarse a su lado, en una cama donde no le caben las piernas, pero en la que se hace una bola por acompañarles. Qué suerte tienen y qué suerte tengo yo de tenerlos a ellos. De repente miro a ‘E’. Él no ha tenido esa suerte desde que nació.  No ha tenido la suerte de tener a sus padres cerca. Ha estado cuidado y atendido, pero no se ha sentido único, especial, como se sienten todos nuestros hijos.  No se lo han comido a besos ni ha sentido que hay alguien que no podría vivir sin él.

Me imagino qué pasaría si mi pequeña estuviera en esa cama, y estoy segura de que si así fuera, ella se cogería a mí, no me soltaría ni un minuto. Yo le diría con voz de robot “abriendo puertas“, imitando al ascensor y le entraría la risa tonta. Entre tonterías y PeppaPig pasaríamos el rato y cuando vinieran los picos de dolor, mientras los calmantes entran en el gotero, la abrazaría fuerte y le diría “estamos juntas, nada malo va a pasar”, y sé que con sólo esa frase tendría la mitad del dolor olvidado. Tengamos la edad que tengamos, ante un sufrimiento duro, un abrazo nos cura más que cualquier medicina.

Recuerdo el primer día que crucé la puerta de esta habitación. Sabía de la situación del pequeño, me habían advertido de lo que me iba a encontrar y sabía que no sería fácil. Me temblaban las piernas pero pensé: “Somos lo único que tiene ahora mismo. No podemos fallarle”. Tomé aire, entré en la habitación y, de repente, todo miedo e inseguridad desapareció. Ver sus ojos te quita todo mal pensamiento de la cabeza. Cuando te aprieta las manos o se coge de tu cuello para poder moverse un poquito en la cama, sientes que se te llena el alma y cuando se ríe por las noches cuando le cuentas los cuentos, te roba el corazón.

Vamos a estar contigo, pequeño. No vamos a dejarte solo ni un minuto. Seguiremos aquí porque, aunque nos queden muchos días de hospital por delante, tenemos ya la batalla ganada. Sólo queda que quieras comer un poquito más para que te pongas fuerte y pronto puedas volver a montar en tu bici roja. Aun quedan muchos quirófanos, pero cada vez que abras esos ojitos tan vivos verás a una mamá en acción a tu lado. No tengas miedo nunca, siempre estaremos a tu lado.

Hoy mi mensaje es para todas vosotras, para todas esas mamás en acción que no paráis de preguntar en el gupo de whatasapp cómo se encuentra nuestro campeón, si ha comido, si le lleváis algo más, si llegáis un poco antes para que vuestra compañera descanse..

A Ali, Alicia, Amparo A, Amparo E, Arantxa, Belén, Carla, Carolina, Chelo, Conchin, elena, Encarna, Estela, Isabel, Laura, Marisefa, Majo, María H, María E, María T, Marisé, Marta B, Marta R, María L, Melissa, Merche, Miriam, Nela, Pilar, Pili, Ruth y Violeta.
Gracias, por hacer esto posible.
Gracias, por estar ahí.
Gracias, por ser como sois.
Este peque me está enseñando mucho en la vida, pero vosotras, SÚPER MAMÁS, me estáis enseñando mucho más.

 

 

 

 

 

 

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Sobre el autor

Trabajo, concilio, emprendo y aprendo de 09.00 a 16.00. A partir de esa hora, INTENTO ser exclusivamente, MAMÁ. Bienvenidos a mi pequeño espacio de reflexión sobre anécdotas de la maternidad en el que, seguro, compartimos muchas cosas.


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