Miedo me da hacerme famosa. En serio. No digo que no tenga cierta popularidad entre los vecinos del barrio que cuando me encuentran me dicen eso de “me gustó mucho tu artículo del otro día”. “¿Ah sí?, ¿de qué iba?”, pregunto yo.
Lo hago sin mala intención y peor memoria pero reconozco que algunos pasan un mal rato contestando aquello de “pues, eh, espera a ver si me acuerdo, era muy bueno pero ahora mismo no me viene”. Vamos, lo que me dijo un día Ferriol cuando le hice la misma escena: “sí, sí, tan bueno que no te ha dejado huella”. Pues eso.
El caso es que me da pánico alcanzar cotas de popularidad que me puedan llevar a la portada de Vanity Fair. Mucha Vanity es la que tú tienes me dirían mis críticos. En efecto. Nunca iré a la portada del Vanity. Como mucho aterrizaría en alguna de la tercera edad anunciando pegamento para la dentadura postiza.
Me preocupa la imposible circunstancia a la vista del tratamiento que algunas famosas de nuestro país están teniendo en sus páginas. Ocurrió con Letizia Ortiz y, ahora, con Sonsoles Espinosa, la mujer de Zapatero.
Al parecer, en ambos casos, lo que aparece publicado como una especie de perfil, acercamiento a su persona o simulacro de entrevista no es más que un trabajo de investigación según sus defensores. Llamar investigación a cotillear con los allegados es realmente pretencioso pero eso es lo que sucede en muchos de los temas que hoy se nos presentan como “investigación periodística”.
Sobre las dos mujeres, el proceso ha sido similar: hablar con amigos. De Letizia dicen que Leonor le preguntó: “mamá, ¿tú en qué trabajas?” y la madre respondió: “por España”; de Sonsoles, en cambio, nos ofrecen una primicia en forma de titular: “se siente como en una sartén hirviendo”. Entre ésta y Victoria Beckham a la que España le olía a ajo, pueden hacer unas rodajitas de pan tostado con un chorrito de aceite de oliva y restregadito de ajo. Puro deleite español.
Pero, después de eso, Dios me libre de mis amigos cotillas que de mis enemigos me libro yo.