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María José Pou

iPou 3.0

Brasil, o paradiso

Decididamente debo emigrar a Brasil. Ya lo anuncié con motivo de la designación de Río de Janeiro como sede olímpica aunque estoy segura que más de uno no me creyó. No era mera coyuntura ni flor de un día. Mi amor a Brasil viene de lejos. Es lo que tiene haber tirado una moneda por encima del hombro en la arena de Copacabana. Que me obliga.

Vale, la caipirinha también. Por eso lo reitero, y con más fuerza si cabe, en este momento: quiero irme.

La razón es que nuestros políticos solo se dedican a calentarnos la sangre a cuenta de las Españas, de las reservas hídricas, las reservas de chipirones en los chiringuitos, las reservas de reservistas en casa de Garzón y de mis reservas hacia todos ellos en general.

En cambio, los políticos brasileños son todo lo contrario. Calientan pero no la sangre.

El último ha sido el ministro de Salud que, para reducir la hipertensión, ha pedido a sus conciudadanos que practiquen sexo. Obrigado, baby. Samba do Brasil, lala lala lala lala. ¡Que viva Honduras. Y Sao Paolo. Y Bahía. Y Recife y el mais grande pais ao redor do mondo!

¿Cómo es que todavía no me he ido? ¿Qué hago todavía aquí? Y lo que es más importante: ¿por qué no tengo hipertensión?

Volviendo al tema, me entusiasma pensar que Brasil es la gran esperanza de Iberoamérica, el motor, el futuro, el referente para todo el continente. Me lo explico. Con fenómenos como ése, es inevitable. Me refiero al ministro, no a las cifras de hipertensión a pesar de su samba, carnaval y orgía permanentes. Ahora entiendo su tendencia al desmadre. Es pura salud pública. ¡Y nosotros demonizándolos, criaturas!

El caso es que su ministro, José Gomes Temporao, se contrapone a las tristes recomendaciones que hemos sufrido en España. ¿Quién no recuerda la persecución de las grasas por parte de la Salgado?

La lucha pública en España necesita su Bernarda Alba, en cambio Brasil prefiere marcarse una lambada. Es, quizás, el sino de nuestro país: el tremendismo en blanco y negro frente al colorido del Nuevo Mundo. Pues yo prefiero lo segundo.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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