No me explico cómo los de “Nunca mais” no están ya en el Golfo de México recogiendo chapapote sabor barbacoa y llenando el Mississipi con pancartas de “Anymore” junto a la cara de Rajoy y Aznar (Ánsar, para que lo entiendan los yankees). Ya se sabe que el Maligno existe y lleva bigote. Y él es el causante de todo tipo de catástrofe: hambrunas, volcanes, inundaciones, caída de aviones, contaminación ambiental, jefes aficionados al mobbing, dolores menstruales o tetra bricks de leche caducados en día de fiesta.
Imagino que si aún no han llegado allí para culpar a las multinacionales de rapiña es porque no quieren contaminar más y en lugar de viajar en barco o avión lo hacen en canoa a remo o en carabela con vela latina. Así, para cuando las niñas de Obama sean madres, quizás habrán alcanzado la costa.
El caso es que, mientras eso sucede, la desembocadura del famoso río de Tom Sawyer se ha convertido en la “Muxía” de Obama, esa zona cero en la que el petróleo puede matar no solo cualquier forma de vida sino también buena parte de la credibilidad de un presidente de gobierno. Todo dependerá de lo bien o mal orquestada que esté la protesta contra él.
¿De qué sirvió la dura campaña del “Nunca Mais”?, me pregunto mientras veo las imágenes del derrame de BP. ¿Fue algo más que una gran operación de desgaste contra el gobierno popular? ¿Qué ha cambiado desde entonces para que podamos afirmar, de verdad, que “nunca más” va a repetirse el desastre ecológico que provocó el hundimiento del Prestige?
No conozco el impacto de la campaña en términos de realidad. Sí por lo que a portadas de prensa se refiere pero no en cuanto a cambios legislativos, creación de órganos de supervisión o regulación específica.
Sin embargo, se me encoge el alma cuando pienso en el permiso del Gobierno para hacer prospecciones petrolíferas frente a las costas de Valencia. No lo digo por la prospección sino por la posibilidad de que alguien quisiera ganar dinero sacando petróleo frente a El Cabanyal. ¿Sería ése un modo de proteger su patrimonio?