En las últimas semanas, no hay crónica económica que no se refiera a la situación de Grecia con la expresión ‘tragedia griega‘. Es tan común que ya está convirtiéndose en un tópico similar a la ‘escena dantesca’ con la que algunos periodistas se empeñan en describir el desastre. Del mismo modo que dudo de que ese periodista, limitado de léxico y perezoso de sinonimias, se haya aproximado a la obra de Dante, me pregunto si los analistas económicos conocen a Edipo, Electra o Medea, pero de lo que tengo absoluta certeza es de que la verdadera tragedia dista mucho de la chapuza económica que estamos sufriendo.
Las historias de Eurípides o Sófocles hablan de grandes personajes, terribles, atormentados, golpeados por la vida con toda su crudeza. Nada que ver con los buitres bancarios o con los especuladores. No hay grandeza en los comportamientos de quienes dejan aparcados los escrúpulos para enriquecerse a costa de la buena fe, la confianza de los indefensos y los ahorros de toda una vida. Éstos solo buscaban asegurarse un futuro; aquellos, perpetuarse en la riqueza a costa de los débiles.
Sus opciones no son las de los protagonistas de las tragedias griegas enfrentados a sus propias contradicciones, obligados a decidir no entre el bien y el mal sino en entre dos males sobrevenidos o impuestos por el fatum. Los autores de la presunta tragedia no son dioses empeñados en castigar al hombre. Solo son ratas avariciosas.
A diferencia de ellos, en las vidas de los personajes trágicos hay graves circunstancias que rodean a un hijo enamorado de su madre o una madre obligada a asesinar a sus propios vástagos. Y es ahí, quizás, donde sí pueda establecerse la similitud: en las consecuencias para los griegos anónimos, enfrentados a su conciencia que les obliga a elegir entre la honestidad y la vida de sus hijos.
Ojala la sangre no acabe siendo el nexo entre los antiguos y los contemporáneos. Real en la representación de los clásicos; metafórico, en las calles griegas. O tal vez, al revés. Pura ilusión en los ciclos teatrales clásicos y amenazante realidad entre los ciudadanos del país heleno.
Actualización:
Otra referencia “clásica” sobre la crisis griega: “ajuste ESPARTANO“.
Segunda actualización:
Cuando terminé de escribir la columna aún faltaban 24 horas para que se produjera la muerte de tres personas en Grecia. No pensé que mi profecía se cumpliera tan pronto. Que los dioses les sean propicios a los pobres griegos.