En un atentado terrorista, acostumbramos a diferenciar “autores” de “autores intelectuales”. Con esta expresión nos referimos no a quien pone la bomba sino a quien justifica esos actos, los sugiere veladamente, los alienta y les da apoyo con argumentos.
El autor intelectual no siempre se sienta ante la Justicia aunque sus palabras, sus discursos o sus razonamientos hayan estado sembrando de odio la relación entre dos comunidades hasta llevarles al enfrentamiento.
Algo así sucede también en las guerras que difícilmente surgen de forma espontánea. Muchas veces transcurren años o siglos en los que se alienta la enemistad apelando a las ofensas históricas y a las afrentas irreparables que solo se curan con las armas. Lo vimos en Bosnia, en Ruanda o en Sudán.
Son responsables esos políticos que, con tal de ganar el poder, exacerban los sentimientos nacionalistas o racistas contra “los otros” como Radovan Karadzic en los Balcanes.
Por eso me pregunto qué responsabilidad tienen en la violencia que se puede estar gestando quienes se dedican ahora a culpabilizar de la crisis a los bancos, los ricos o los trabajadores que ganan grandes sueldos y grandes jubilaciones. Sin ir más lejos, hace un par de días murieron tres trabajadores de la banca en Grecia.
No es casualidad que su lugar de trabajo fuese un banco. El discurso de algunos políticos y de muchos sindicalistas se basa en demonizar a los grandes bancos y, siendo cierto que ha habido especulación, falta de regulación en sus comportamientos y falta de ética, focalizar las iras sobre ellos no puede traer nada bueno. Lo peor, la muerte de trabajadores inocentes. No quiero decir que se justifique el ataque a los especuladores que hay detrás de los bancos, a sus dueños o a sus accionistas. Ni mucho menos. Pero el cajero de un banco es tan culpable como sus clientes; aproximadamente nada.
Lo peor de la crisis no es la dificultad económica sino la crisis social, esto es, la fractura en la sociedad, el reproche a quien tiene, la censura hacia el que no se ha hundido. Esa crisis aún no la hemos vivido pero sus efectos pueden ser devastadores.