Ya sé que soy antitaurina y que todo lo que diga, a los ojos de los taurinos, está viciado de origen. Sin embargo, por mucho que me esfuerce en entender, no consigo encontrar una razón para determinados comportamientos cuando del mundo del toro se trata.
El más reciente es el exhibicionismo de la tragedia, con un cuerno atravesando la boca de un torero en las portadas y las cadenas de televisión. No es el único caso ni la imagen de Julio Aparicio es un ejemplo aislado. Desgraciadamente en los últimos meses han sido varias las fotografías espeluznantes de cogidas de toreros en la plaza: José Tomás, Esplá o Cayetano Rivera. Y cada vez que veo una de ésas me pregunto por qué tengo que verlas. ¿Por qué he de soportar ese mal trago mientras veo un informativo si no me interesan los toros, no me gustan, no voy a verlos ni busco programas que hablen de ellos? ¿Por qué los espectadores hemos de ser sometidos a la tortura de una imagen terrible?
Cuando pienso, además, en los niños mi estupor se convierte en enfado. Los informativos son programas emitidos en horario diurno y por tanto con la exigencia de evitar imágenes violentas y pornográficas. Sé que también hay violencia en una crónica desde Bagdad después de un atentado con 50 cadáveres en las calles. Y defiendo que los telediarios deberían ser sometidos al control parental de modo que los propios padres evitaran el impacto emocional que algunas noticias pueden tener en sus hijos.
La imagen de Aparicio, además, no tiene carácter accidental por mucho que su origen sea un tropiezo del torero. Él ha escogido ponerse delante de un toro y su decisión ha desencadenado la tragedia. Es como si nos mostraran cómo una bala revienta la cabeza de un suicida. ¿No habría reacción y rechazo popular?
Si un periódico decidiera publicar en portada la foto de un suicida o de un asesino rebanando el cuello de su víctima, protestaríamos, pero cuando se trata de cogidas toreras no lo hacemos. Pues yo sí lo hago. Y lo hago en un periódico que la llevó en portada.