La frase pronunciada por José Antonio Griñán hace unos días en el Parlamento andaluz levantó un gran revuelo por la torpeza manifiesta que el presidente de Andalucía no subo atajar ni evitar. Sin embargo está reflejando un razonamiento digno de tenerse en cuenta.
Decía Griñán a los populares: «Que Zapatero sea malo no les convierte a ustedes en buenos». Su problema fue no aclarar la primera parte, esto es, no apuntillar que la consideración de Zapatero era la opinión del PP, no la suya.
La corrección necesaria hubiera debido ser: «Aceptando su presupuesto, solo a efectos argumentativos, de que Zapatero es malo, eso no les convierte a ustedes en buenos».
Lo que está diciendo Griñán es muy interesante pero poco útil para el debate. Está exponiendo un recurso típico de la demagogia: la presentación de una realidad dual excluyente en la que la negación de lo contrario solo deja margen para lo propio y ésa es la razón por la que esto último es bueno.
Griñán, en el fondo, tenía razón. Pongamos por hecho que es válida la crítica de la oposición y Zapatero es el problema. ¿Eso hace bueno a Rajoy? No necesariamente. Eso solo indica que Zapatero es malo. La bondad de Rajoy está por demostrar. Lo más que podría aceptarse es que, si la única alternativa a ZP es Rajoy y ZP es malo, Rajoy puede ser mejor. Pero también peor.
Ya sé que este razonamiento en abstracto es aceptable pero repele a la pura razón pues, de Zapatero ya sabemos lo que podemos obtener, en cambio Rajoy puede ser una esperanza virgen. Ahora bien, el refranero español no es proclive a la vana ilusión del desconocido: «más vale malo conocido que bueno por conocer», dice sabiamente.
Ese juego retórico se acompaña en estos días de otro ejercicio demagógico de la mano de Leire Pajín, verdadera virtuosa de la disciplina. Dice Leire que el PSOE mira por el interés general y el PP, por el propio. Es posible. Pero lo que oculta es que el PSOE miraba por el propio cuando ganaba apoyos «comprando» voluntades con 400 euros, planes E o subvenciones sindicales.