Es tiempo de tijeretazos. Hoy, quien más y quien menos ha sufrido, sufre o prepara un tijeretazo. Recortamos plantillas, presupuestos, endeudamiento o calorías. La cuestión es limitar el consumo de gastos superfluos. La dificultad reside en definir qué es superfluo.
Si algo nos ha enseñado la crisis es a distinguir lo imprescindible de lo que no lo es. Sin embargo eso que todos los españoles hemos aprendido no lo asumen todavía nuestros gobernantes.
Para algunos, el coche oficial es imprescindible. ¿Cómo suprimirlo sin que se resienta la clase política? En Inglaterra lo han hecho y no ha habido un cataclismo. Los ciudadanos fuimos invitados hace tiempo a compartir coche para reducir las emisiones de CO2, así pues, que nuestros dirigentes adopten la misma costumbre es beneficioso para las arcas públicas y también para el medio ambiente.
Ahora propone Rajoy meter la tijera en el gasto electoral. No es la primera noticia. Ya en Grecia se ha decidido hacer coincidir las elecciones generales con las europeas alargando, incluso, las legislaturas que hasta ahora eran de 4 años y que ahora pasarán a ser de 5. Es un buena idea para conseguir reducir gastos que, en el caso español, se multiplican con las convocatorias autonómicas al margen de las demás, como las catalanas.
El problema con el que lucha España que no tiene Grecia es el poder de las taifas, el poder local que necesita determinados instrumentos para hacerse valer. Aquí parece inimaginable la supresión de ayuntamientos como ha hecho el país heleno y sin embargo deberíamos estar ya recortando no solo entidades municipales sino autonómicas, provinciales y mancomunales. O sea, simplificar las administraciones.
La multiplicación de procesos electorales, sus costes desorbitados y su comprobada inutilidad son una verdadera ofensa a los tijeretazos que se están haciendo sobre las finanzas de los ciudadanos.
Nosotros debemos buscar las ofertas de 3×2 y las bonificaciones en la compra de productos, sin embargo, los dirigentes no pueden acogerse a eso de servir a dos y pagar solo uno. No solo en política, también en fútbol. ¿Por qué no un solo estadio para dos equipos de la misma ciudad, por ejemplo, Valencia?