Llevo una semana con tos e irritación de garganta. Si para algunos la primavera llega con las alergias, para mí el verano llega con la faringitis. Dichoso aire acondicionado.
A veces creo que la universalización del aire acondicionado, sobre todo, en edificios nuevos, lejos de ser un avance, es el reconocimiento de un retroceso en nuestra relación con el entorno. No sabemos adaptarnos a él. Necesitamos cambiarlo.
No me extraña que luego vayamos lamentando el daño ecológico. En efecto, como todo lo fiamos a la tecnología, creemos resolver el problema del calor enchufando un aparato que perjudica al medio ambiente pero también -y mucho- a nuestras vías respiratorias.
No es tecnofobia lo mío. En absoluto. Me encanta conocer inventos nuevos, cachivaches imposibles y todo tipo de curiosidades que el ser humano es capaz de fabricar para mejorar la vida. Sin embargo, creo que toda esa creatividad debe estar al servicio de su realidad y la de las generaciones venideras.
Para ello es necesario aplicar aquellas mejoras que respeten el entorno, a veces más eficaces que las contrarias. Por ejemplo, el fresco en las viviendas.
Sin duda nuestros ancestros sudaban más porque no podían instalar aire acondicionado en las carretas, las barracas y los campos. Viajar, vivir o trabajar con el poniente pegando como solo él sabe hacerlo debía de convertir Valencia y alrededores en un parque temático del infierno. Sin embargo, todos hemos experimentado alguna vez el frescor de las catedrales, de los castillos medievales o de las cuevas de algunas localidades. En ellos, la piedra protege del calor. Como los antiguos lo sabían, construían grandes muros, aislantes naturales, o dejaban el vino y el aceite bajo tierra para que se conservara mejor.
No hace falta irse tan lejos. Las viviendas de hace un siglo se construían con un gran pasillo central que conectara el este y el oeste de modo que el sol solo afectara a un lado de la casa. Así, en verano siempre hay una zona fresca y en invierno, una cálida. Mi casa es así. Abro y tengo aire sin acondicionar. Natural. Sin aditivos ni conservantes. Un lujo en esta Valencia sofocante.