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María José Pou

iPou 3.0

La prima de ZP

Si Rajoy presumió de primo en el debate sobre el cambio climático, Zapatero debería hacerlo de prima en plena crisis.

No estoy pensando en una sobrina de sus padres de apellido Rodríguez o en la hija de Faustino, el del pueblo, que es un poco ligerita de cascos y viene a la capital, con el tío Pepeluis para que la meta en vereda.

Tampoco pienso en la hija de un pariente lejano que se dedique, por dar la réplica al medioambientalista familiar de Rajoy, al activismo ecológico. Me refiero a la prima que deberíamos ofrecerle a ZP si nos saca de la crisis.

Ya sé que me dirán que ésa es su obligación, sobre todo cuando nos ha metido en ella o al menos nos ha visto al fondo y no ha alargado la mano para sacarnos del agujero. Pero también lo es de un futbolista jugar lo mejor posible para ganar y sin embargo se le ofrece una prima para motivarle.

En estos días, lo más fácil es criticar a los futbolistas de la Selección a cuenta de las suculentas primas que les han prometido si España gana el Mundial de Sudáfrica. Eso es lo convencional y primario pero yo propongo dar un paso más allá e introducir claves de éxito deportivo en la carrera del ministro de Deportes.

Si a un futbolista, que gana un dineral, le motiva la prima (económica, se entiende), ¿cómo no va a motivar a Zapatero que gana algo menos? Todos damos por hecho que un miembro del equipo nacional debería esforzarse por ‘la Roja’, por España, por sentimiento patrio. Si así fuera no deberían tener una prima extra al jugar un Mundial. El incentivo va implícito en la invitación pues qué puede haber más emotivo para un futbolista que representar a su país en el campeonato máximo. Al parecer, la prima. Siempre la prima.

Por eso deberíamos hacerlo extensivo a ZP. Si España no le motiva lo suficiente; si su sueldo y poltrona habitual, tampoco, habrá que buscar una razón más poderosa: una prima. Pero, como en el Mundial, si no llega a cuartos, ajo y agua.

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Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.