Admito que hasta hace unas horas no sabía lo que era una vuvuzela. Es más, cada vez que lo leía de pasada en algún sitio, me decía a mí misma: tengo que averiguar qué es eso. La culpa la tienen mi alergia al fútbol y mi tendencia natural a desconectar cuando escucho hablar de él. Por eso nunca encontraba tiempo para bucear en la información deportiva y saber qué era una vuvuzela.
Ahora ya lo sé. No es más que una trompeta, parecida a las que se usan aquí para los partidos, con la diferencia del nombre propio, de las variantes sonoras y del uso masivo entre los aficionados. Al parecer, esa concentración de gentes soplando la trompetilla produce tal estruendo que se ha convertido en arma contra el rival.
Lo cierto es que a mí me da igual. Únicamente lo siento por los ciudadanos de las distintas sedes y por los turistas que pretendan dormir en paz en estos días. Lo que me llama la atención no es el uso de trompetas insoportables sino la forma de explicarlo y contextualizarlo que tiene la prensa occidental.
En este Mundial la clave étnico-folklórica está más presente que nunca. Todo se analiza y se presenta bajo esa perspectiva: Sudáfrica, país colorista y tribal, intenta agradar al visitante blanco.
Cuando la Selección llegó a Potchefstroom, la noticia fueron las danzas autóctonas con las que fue recibida. O, en la inauguración, lo que más destacó la prensa fueron los colores y las coreografías cuando a mí, particularmente, me interesó la recreación de un escarabajo gigante para recordar a unos africanos universales: los antiguos egipcios.
El problema no es que esa realidad no esté presente. Es imposible sustraerse a las vuvuzelas si llenan el estadio. Sin embargo, reducir África a danzas y colores exóticos es perjudicial para el continente. Si este Mundial puede ayudar a “poner a África en el mapa”, debe hacerlo con toda su diversidad y su complejidad.
África también es Egipto, Guinea o Ruanda. Olvidarlo solo puede convertir una ocasión histórica para tomar conciencia de que África existe, en el peor vicio occidental: conformarse con una foto vistosa.