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María José Pou

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Algo queda

No aprendemos a vivir hasta que nos enfrentamos a la vejez. A la propia o la de un ser querido. Por eso a muchos niños de hoy se les priva de una parte esencial en su aprendizaje cuando se les lleva a ver a los abuelos apenas una vez al mes.

La relación con los abuelos es el modo más natural de aprender que la vida no es solo plenitud de facultades y energía sino decrepitud, pérdida de capacidades y lentitud. Con el abuelo, el niño aprende que no todos hacen las cosas con la misma rapidez y, con la abuela, que perder vista u oído no nos hace más tontos, solo más ciegos o más sordos.

Lo malo de la vejez es el impacto emocional que produce en quienes han conocido la plenitud de la persona que hoy es torpe, desmemoriada o dependiente. Si la ligazón, además, es de primer grado, esto es, si se trata de hijos, el derrumbe interior puede ser enorme.

Esa realidad se multiplica exponencialmente entre quienes cuidan enfermos de Alzheimer. Al desgaste físico se une el psicológico de ver a un padre o una madre y no reconocerlos. Ése el núcleo de la historia que narra ‘Algo queda’, cortometraje estrenado ayer en Valencia, ganador del premio SNCfilm que se concede a historias sobre enfermedades mentales.

El corto, de factura valenciana, presenta ese drama interior de una hija enfrentada a la desaparición de su madre. Una desaparición identitaria antes que física. “Sabía que esto iba a llegar, que no me reconociera, pero no me imaginaba que me iba a suceder a mí. Que yo no reconociera a esa mujer”, dice la hija desecha en lágrimas.

Es un sentimiento tan común entre quienes cuidan enfermos, ancianos o dependientes que necesita el cine para verbalizarlo y para que una sociedad acostumbrada a hacer zapping cuando la realidad es dura y molesta, tome conciencia.

Es una de las grandes funciones del cine, a menudo relegada frente al papel político del Séptimo Arte. Este corto recuerda lo que hoy viven en España entre 600.000 y 800.000 familias. Un potencial de entrega y sacrificio difícilmente cuantificable.

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ancianos

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.