A estas alturas, no sé si lo que nos preocupa, políticamente hablando, es lo que nos interesa o lo que les interesa a algunos para seguir mandando. En las últimas semanas han sido, al menos, tres los asuntos que parecen esenciales cuando, en el fondo, son cuestiones cuyo debate responde a intereses electorales de unos y otros.

Me refiero al uso del burka, a la rehabilitación de Batasuna y al Estatuto catalán.

La prohibición del burka no es nueva aunque en España no se había producido todavía la discusión pública salvo ante casos concretos. Éstos, sin embargo, no habían sido motivados por el uso del burka excepto en el caso de una testigo en la Audiencia Nacional a la que Gómez Bermúdez exigió descubrirse. Los otros ejemplos han sido polémicos por utilizar el hijab, no el burka, en el entorno escolar.

Por eso y por las pocas mujeres que usan esta prenda, parece algo forzada su regulación ex profeso. No digo que no sea necesario abordar el asunto ante una realidad creciente pero, en primer lugar, debe producirse con relación a una demanda social, que todavía no existe y, en segundo lugar, debe ser válida para todo el territorio nacional, incluidas Ceuta y Melilla.

Es verdad que quien lo ha empezado a prohibir ha sido la autoridad municipal pero un asunto de este tipo no puede ser solo decisión local pues se corre el riesgo de constituir ghettos.

Ante una decisión poco motivada, la sospecha de un rédito electoral por parte de los grupos que lo han regulado en vísperas de elecciones municipales y autonómicas es inevitable.

Por otra parte, la novedosa reintroducción de Batasuna entre las opciones políticas que algunos manejan y la aceleración en la tramitación del Estatuto hacen pensar en la imperiosa necesidad de apoyos que Zapatero tiene para los presupuestos. Es cierto que el Estatuto no ha sido precisamente veloz en su tramitación pero llama la atención el sprint que parecen querer dar los miembros del Tribunal.

En definitiva, los partidos hacen que nos preocupemos de aquello que no nos preocupa. Así pues, ignorémoslo y preocupémonos de lo importante: pensemos en rojo.