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María José Pou

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Burguer Tovarich

Breznev estará revolviéndose en su tumba al ver cómo su sucesor Medvedev se comía una hamburguesa en el corazón del Imperio yankee. No era un viaje privado sino que dentro de su agenda de representante de Moscú se incluyó la ‘degustación’ de algo terriblemente norteamericano: un menú de hamburguesería. Obama y él han compartido hasta las patatas fritas.

¿Toda una Revolución de Octubre para esto? ¿Tanto Telón de Acero para que un hijo de la Gran Madre Rusia, acabe tomando un ‘entrepán’ de vacuno con mayonesa a la americana?

¿Habrá conseguido la CIA convertir los triglicéridos en armas de destrucción masiva y querrán acabar así con los rusos? Ya sé que serlo, lo son. De destrucción masiva, me refiero, pero no sé si habrán logrado acelerar el proceso de modo que no haya que esperar 50 años de comida basura para ser finiquitado.

Tal vez sea el arma de moda en la nueva relación entre potencias. En esta ocasión en lugar de hablar de ‘guerra fría’ habrá que llamarle ‘guerra frita’ por aquello del aceite reutilizado que suelen emplear algunas cadenas de comida rápida.

¿Dónde quedan los bolcheviques que preferían morir de hambre o sufrir los economatos semivacíos antes que renunciar al triunfo del proletariado? ¿Se puede seguir negando las bondades del capitalismo después de esto?

La respuesta es sí. Yo misma, sin ir más lejos, lo hago cada vez que he tenido que pisar un burguer por imperativo social. Si por capitalismo entendemos su versión ‘feroz’, esto es, obtención de beneficio a cualquier precio, las cadenas de comida rápida y barata son su peor cara. Y a mí me vuelven estalinista por lo menos. Y con ganas de mandar a sus propietarios a un gulag.

De hecho, sus hamburguesas sospechosas; sus patatas artificiales y sus demás grasas trans siempre elevan mis glóbulos rojos en sangre, no porque sean sanas sino porque hacen que me sienta más cerca de la izquierda cuando las como.

Yo creo que Medvedev es de los míos, no en vano ha declarado que «aunque la comida no sea sana estaba rica». Esto es pragmatismo político y lo demás, alitas de pollo.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.