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María José Pou

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Yo nunca lo haría

El Meeting Dogs no acapara las portadas ni los patrocinios de Ferrari o el Santander pero ha acogido durante una semana a miles de aficionados valencianos en el cauce del río. Son los amantes de los perros quienes se han reunido en la Semana Canina Internacional para aprender sobre sus mascotas, presumir de ellas en desfiles o verles bailar mucho que mejor que Belén Esteban. Incluso mejor que Edurne.

Entre todos los actos programados, ha habido uno al que he procurado no asistir. Es la pasarela de perros en adopción, es decir, aquellos que necesitan urgentemente una familia que sustituya a la que le abandonó. Digo que procuro no asistir porque, de ir, sé que no me vendría sola a casa. Y no por ligar con algún propietario talla George Clooney sino por no resistirme a la mirada juguetona de algún bichito peludo que tanto alegra la vida de quien sabe apreciarlo.

No pretendo escribir una columna para animar a la adopción de animales abandonados pregonando a los cuatro vientos que yo no lo voy a hacer. En mi caso la razón es una ancianita de cuatro patas y de nombre Coco que acapara mis cuidados diarios. Su estado es delicado y frágil. Y hasta los amigos me preguntan por qué cuido de ella hasta ese punto.

Es lo que tienen los perros geriátricos, que toman medicinas, necesitan piensos especiales o nos hacen visitar al veterinario todas las semanas. Es una invitación al abandono o, simplemente, al sacrificio prematuro. Es decir, una invitación a deshacerse del problema. Sin embargo, parafraseando el famoso eslogan de la campaña de prevención de abandonos, yo nunca lo haría.

Es verdad que cuidar de un perro anciano me impide correr a la Protectora para adoptar otro tal y como quisiera. Y tal y como haría cada vez que asistiera a un desfile de los celebrados estos días en Valencia.

Pero también sé que a Coco lo que más rabia le dará, cuando se vaya, será el no haber vivido más para acompañarme a mí en mi vejez. Quizás por eso está aguantando tanto y ya va por 17 años. Para esperarme.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.