Siete de los nueve presos cubanos liberados en España son periodistas. Supongo que ésa es la profesión de un preso común, como diría Willy Toledo. No estoy diciendo que entre los periodistas no pueda haber ladrones, maltratadores o estafadores pero resulta muy curiosa la coincidencia. Que Cuba deje salir a nueve presos, casi todos periodistas, da que pensar.
Si son delincuentes comunes, como dijo Toledo del malogrado Orlando Zapata, no se entiende que el gobierno les dé la libertad. ¿Por qué a ellos sí y a todos los demás no? Si están presos por incumplir la ley, no deberían salir. Y si se permite su salida porque se cuestiona la norma que les llevó a la cárcel, lo que ha de hacerse es cambiarla.
Lo que me llama la atención es el relativo poco interés que ha suscitado su llegada a España. Me refiero al silencio ante lo grave de la situación. Es cierto que prefiero su libertad aunque sea en España que su prisión en condiciones infrahumanas pero no me explico que se admita el exilio como propuesta de vida para ellos. Que un país como el nuestro, doliente aún del exilio al que se vio obligado un buen gran grupo de españoles durante y tras la Guerra Civil, acepte como si tal cosa que los cubanos disidentes tengan que vivir fuera de su tierra me resulta, como mínimo, sorprendente.
Y aquí no parece que hayamos movido ni una ceja al escucharles quejarse de eso. Entiendo que la libertad es lo mejor para Fariñas y sus compañeros y ojala Zapata la hubiera logrado pero resulta escandaloso que un gobierno democrático como el nuestro colabore en el exilio de quienes no comparten las ideas de los Castro.
Europa debería alzar la voz. Sin duda lo primero es salvar la vida y la dignidad de quienes sufren por sus ideas pero lo segundo, no lo tercero, es denunciar al régimen que está imponiendo esa ignominia. El exilio cubano, aunque para los amigos de Willy Toledo sea una deserción de extremistas, es una vergüenza mundial. Y España, que tan amargamente se queja de su historia, no dice nada.