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María José Pou

iPou 3.0

Felicidades, Mandela

Nelson Mandela cumple hoy 92 años. Son muchos, sin duda, pero resultan pocos para quien vio robados 27 de ellos por defender que todos los hombres, blancos y negros, tenemos los mismos derechos.

En estos días resulta difícil no concitar la unanimidad cuando se trata de alabar a Mandela pero los aniversarios no deberían nublarnos la vista ante los ‘mandelas’ que en el mundo existen. Acabamos de verlo con los presos cubanos que han venido a España, encarcelados por pensar de un modo distinto. Lo conocemos en Birmania con Aung San Suu Kyi quien, precisamente hace un mes, cumplió 65 y lleva ya 15 encerrada en su casa sin poder salir ni a recoger el Nobel de la Paz.

Tampoco es necesario irnos tan lejos. Hace unos días presentó el Ministerio de Igualdad un informe según el cual el 41% de los estudiantes se cambiaría de sitio en la clase si supiera que su compañero es gay. No es la primera noticia que tenemos de ese tipo. En 2008, el Observatorio Estatal de Convivencia Escolar hizo una encuesta cuyos resultados indican lo mucho que este país debe trabajar para evitar apartheid: dos tercios de los alumnos de secundaria no quieren trabajar con marroquíes o gitanos y el 56% pondría muchos reparos si tiene que hacerlo con judíos.

Es cierto que en nuestro entorno no existen autobuses para blancos y autobuses para negros pero las barreras no tienen por qué verse para existir. Cuando ahora conocemos la vida en Sudáfrica antes del cambio, nos parece inaudito no ya que la discriminación se admitiera internamente sino externamente. Que el mundo entero no alzara la voz para denunciarlo. Sin embargo, a la vista de cómo los líderes mundiales miran hacia otro lado con China, con Irán, con Birmania o con todos esos países que diferencian ciudadanos de primera y de segunda, no nos debería extrañar.

Tampoco que en nuestro país seamos sutiles en la discriminación. Son modos peligrosos, porque cambiarse de sitio en el autobús o atender antes a un cliente blanco que a uno negro no produce un “Mandela” que lo denuncie. Pero hay que hacerlo. Cada día.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.