Desde hace algún tiempo, siento una reticente y contenida adhesión a la Academia. A la Academia en general y a la Real Academia Española, en particular.
La Academia entendida como la Universidad me decepciona cada día más pues ha sustituido la excelencia por la burocracia y la creatividad por el seguidismo acrítico. La Real Academia, en cambio, me desconcierta con sus decisiones sobre la gramática y, en especial, sobre el léxico.
No seré yo quien niegue el uso de palabras coloquiales, chascarrillos o derivaciones chuscas de términos comunes. De hecho, los uso con cierta frecuencia en esta columna para no ceder a mis tentaciones de cultureta y a mi vanidad literaria. En una palabra, para no ser más pedante que de costumbre.
Creo que mi desafección empezó con García de la Concha no sé si porque yo era muy de Lázaro Carreter; porque siempre he visto a la RAE tras la solemnidad de la norma o por la edad, que nos va haciendo resistentes al cambio. El caso es que algunas de las palabras que está aceptando no acaban de convencerme. Entiendo que la Real Academia debe ir analizando cómo usamos el español y reconocerlo y aceptarlo, de lo contrario, los académicos quedarían encerrados en su sede madrileña, con las cortinas echadas y llenándose del polvo centenario. O sea, alejados de la realidad exterior.
Por eso comprendo que incluyan en la próxima edición del diccionario palabras como “anticrisis” o dos que yo misma he usado más arriba y que hace unos años no hubiera podido escribir alegremente sin cometer un error: ‘seguidismo’ y ‘cultureta’.
Sin embargo, hay otras que no me gustan en sus páginas. No las veo en un diccionario de español correcto por mucho que sean de uso común. Por ejemplo ‘muslamen’, para referirse a los muslos femeninos o ‘meloncete’ para hablar del tarambana de toda la vida. La misma palabra ‘cultureta’ es una licencia innecesaria en el diccionario académico. Se refiere al ‘pedante’ de toda la vida pero más cheli.
En definitiva, me da la sensación de que se pasan de frenada. Después de décadas de no llegar, ahora parecen querer compensar excediéndose.