El título de esta columna no se refiere a una concentración de cincuentones en la flor de la curva cervecera ni a una reunión tupper-morcillona de señoritas de talla XXL. Se refiere, literalmente, a un acontecimiento programado para septiembre que pretende reunir el mayor número de muñecas ‘Barriguitas’ de la historia.
Lo que me ha sorprendido más al conocer la noticia no es la cita en sí sino la edad que confiesa esta muñeca: 41. Y digo que me sorprende porque ésa es la mía y sin embargo no me siento contemporánea de la dichosa muñequita.
No es que yo, de pequeña, fuera muy aficionada a las muñecas pero tenía mi Nancy como todas y, en lugar de Nenuco, los Reyes me trajeron un Patoso. Prefería el Tente y los ‘clics’ de mi hermano.
No obstante, en el cole uno de los temas de conversación preferido era «pues yo tengo un Baby mocosote» a lo que se respondía con un «pues yo una Nancy negra». O sea, se ponía en común la información referida a la propiedad muñequera de cada cual. En ese contexto, pues, no recuerdo que ninguna de mis amigas tuviera una ‘Barriguitas’ a tierna edad.
Sí, en cambio, tengo nítida la imagen de la llegada de las ‘Barriguitas’ a nuestra vida. Debía de tener unos 8 ó 9 años y ya algunas niñas tenían a la ‘nueva’. Pero mi trauma -porque es un trauma- fue que en la cola del comedor y, dado que yo comía dieta ya por entonces, a alguna graciosa se le ocurrió llamarme «barriguitas» en honor a la nueva muñeca. Hizo gracia. A mí ninguna. Prueba de ello es que nunca pedí a los Reyes esa humillación de goma.
Ahora me da igual pero noto que me sigue afectando cómo se nos llame a los pasados de peso. Sobre todo, al leer las declaraciones de la ministra británica de Salud: «llámale gordo, no obeso», ha dicho la tipa. Y ustedes perdonen. Ella dice que es para concienciar. Que me llamaran «barriguitas» nunca me concienció. Me frustró. Llámenle estúpida, no ministra. Así se concienciará de que no sirve para esto.